http://www.eldiariomontanes.es/20090127/cantabria/sucesos/acusado-estrangular-inquilina-dice-20090127.html
El hombre acusado de estrangular a su inquilina en la calle Peñas Redondas de Santander admitió ayer los hechos ante un tribunal popular. Pero también argumentó en su defensa que el día del crimen, el 2 de julio de 2007, se encontraba profundamente alterado ya que llevaba casi tres meses «durmiendo mal» por las fiestas que aquella organizaba en la vivienda y las amenazas de muerte que recibió de la mujer y sus amigos para que no la echara del piso.
El procesado, Ramón G. A., se enfrenta a penas de cárcel que van desde los 16 años que solicita el fiscal a los 20 que pide la acusación particular, ejercida por los padres de la víctima. Pero además ambas acusaciones le reclaman una indemnización de 500.000 euros.
La abogada de Ramón no niega que éste estranguló a su inquilina. Su línea de defensa es probar que el comportamiento conflictivo de la víctima, que frecuentaba a drogodependientes y delincuentes que llevaba a casa, le provocaron una alteración tal que no supo lo que hacía. Este trastorno mental transitorio, sumado a que confesó los hechos a la policía antes de que ésta iniciara la investigación y a que ha puesto todos sus bienes a disposición de la familia de la víctima para reparar el daño, son circunstancias invocadas por la defensa para dejar la pena de cárcel en cinco años.
Ramón compró la vivienda dos años antes del crimen. Trabajó como camarero y también como vigilante de seguridad. En uno de los trabajos en la hostelería conoció a Rebeca Crespo Vega a quien le ofreció una habitación porque «estaba justo de dinero y para ayudarla». Se la alquiló por un año, pero al poco tiempo comenzó su «pesadilla». Según su testimonio, enseguida dejó de pagar el alquilar, impago que compensaba realizando las tareas del hogar, y comenzó a realizar fiestas a las que acudían personas conflictivas. Ramón tuvo que hacer frente a las continuas quejas de vecinos y él mismo tuvo que dormir un par de veces en casa de sus padres porque Rebeca y su novio «habían cerrado la puerta por dentro y no me dejaban entrar». El casero aseguró que la víctima consumía drogas y alcohol. Ante esta situación, el 17 de abril de 2007, cuando terminaba el contrato de alquiler, le dijo a Rebeca que se tenía que marchar. «Ella me contestó que no se iba y que me podía buscar las vueltas para quedarse cinco años más en casa». Al día siguiente de este incidente Ramón cambió la cerradura de la casa. «Entonces Rebeca aporreó la puerta, la abrí y le pedí que cogiera sus cosas y se fuera. Me amenazó. Me dijo que era muy violenta y que si yo la dejaba tranquila ella también me dejaría tranquilo a mí». El casero se mostró convencido de que cumpliría su amenaza porque «la vida que llevaba era mala, llena de problemas y de gente que quería pegarla a cualquier hora porque debía dinero», aseguró.
El día del crimen, el 2 de julio de 2007, Ramón llegó a casa a las cinco de la madrugada. Según dijo, Rebeca estaba semidormida en el sofá y con la televisión puesta. «Bajé el volumen del aparato y me fui a mi habitación, pero a las dos horas me levanté. Llevaba desde el 17 de abril durmiendo mal por las amenazas y sólo quería dormir. Estaba perdiendo la salud», recordó.
Entonces discutieron. Ramón admitió que se situó frente a Rebeca, la cogió del cuello y apretó. Forcejearon y, sin soltarle el cuello, el casero cogió un martillo con el que la golpeó en la cabeza. A pesar del golpe, la mujer, de 35 años, siguió defendiéndose, hasta que murió. «Todo duró tres o cuatro minutos», apostilló. Después, Ramón envolvió al cadáver en una manta y lo llevó a la habitación de Rebeca. El casero se quitó la ropa ensangrentada, la metió en una bolsa y junto con el martillo y lo vertió en un contenedor. El cadáver se estaba pudriendo y el hedor era insoportable. Así que a los cinco días avisó a una vecina y a la Policía. Primero ocultó ser el autor del crimen, pero a las pocas horas acabó confesando.