El enigmático tiroteo que se produjo este lunes en la localidad cántabra de Castro Urdiales, en que se vieron envueltos dos escoltas, reabre el debate sobre si estos profesionales pueden soportar la presión y el estrés que implica su labor. Y es que no es la primera vez que ocurren este tipo de sucesos.
No es la primera ocasión en que se producen extraños tiroteos entre colectivos relacionados con la seguridad privada, véase lo ocurrido en la estación central de Renfe de Bilbao en agosto de 2008 o el trágico suceso de San Sebastián, que en junio de 2005 se saldó con dos guardias de seguridad muertos y uno de los edificios de la Hacienda de Guipúzcoa calcinado por las llamas.
La profesión de escolta está sometida a mucha tensión, no sólo por el riesgo intrínseco que implica encargarse de proteger la vida de la persona a la que se custodia, sino que en el País Vasco se convierte en una labor de mayor riesgo aún ya que el propio protector pasa a ser igualmente objetivo de la banda terrorista ETA y sus simpatizantes.
El mensaje de ETA fue muy claro: en octubre de 2007 colocó una bomba en el coche del escolta Gabriel Ginés, que milagrosamente a penas sufrió daños personales. Tras aquel atentado, desde las organizaciones profesionales de la seguridad privada se reclamó la necesidad de que los escoltas pudieran seguir portando las armas de fuego con las que realizan su labor más allá de su horario laboral, ya que en condiciones normales estaban obligados a entregarla.
Tensión y estrés
Además de la presión misma que implica estar alerta, la profesión de escolta tiene unas condiciones muy específicas que pueden generar mayor estrés en estos profesionales. En muchas ocasiones sus jornadas laborales son muy largas o implican turnos en festivos u horarios nocturnos, ya que su labor viene determinada por los usos y costumbres, tanto profesionales como personales, de las personas a las que han de proteger.
La gran mayoría de este colectivo es personal muy cualificado y con muchos años de experiencia. Sin embargo, en los últimos años, se han tenido que incorporar rápidamente muchos profesionales a esta función al extender ETA su amenaza sobre múltiples colectivos: jueces, políticos, empresarios, periodistas, etc.
La última extensión de la amenaza se encuentra en todo el colectivo profesional, ya sean jefes o simples operarios, que trabajen en las obras de construcción del tren vasco de alta velocidad. Sólo para proteger al personal de estas obras se estima que hacen falta 300 escoltas de rápida incorporación.
Tiroteos y disputas
En un principio se pensó que el tiroteo en el que se vieron implicados dos escoltas este lunes en Castro Urdiales -que prestaban servicios de protección a concejales de Sestao y Trapagarán-, respondía a un atentado de ETA. Sin embargo, a medida que se fueron conociendo los detalles de lo sucedido, comenzó a percibirse otro tipo de indicios.
La propia presidenta del Parlamento Vasco, Izaskun Bilbao, declaró que le habían comunicado que el tiroteo "había sido algo entre ellos". Los implicados relataron que fueron tiroteados por una tercera persona, a lo que uno de ellos, el único que portaba su arma, respondió con disparos. En el lugar de los hechos se recogieron seis casquillos de bala. No se ha esclarecido quién pudiera ser esa tercera persona, ni los motivos que le impulsaron a atacar a los escoltas.
Otro polémico tiroteo en el que se vio implicado un escolta sucedió el pasado mes de agosto en la estación central de Renfe de Bilbao, en la Estación de Abando. La discusión entre un escolta de un concejal del PP y un guarda de seguridad de la estación terminó en un tiroteo en que resultaron heridos de bala el vigilante de seguridad y un viandante.
Toda la escena, en que se ve la acalorada discusión entre el escolta y el guarda, que tuvo varios capítulos, fue grabado por las cámaras de seguridad de la estación. En este caso, el escolta, de nacionalidad dominicana, sólo llevaba seis meses desempeñado estas labores profesionales.
Más trágico fue el suceso ocurrido en junio de 2005 en una de las sedes de la Hacienda de Guipúzcoa. Tras sofocar un impresionante incendio en el edificio del barrio de Errotaburu de San Sebastián, en el que se produjeron cuantiosos daños materiales, se descubrió el cadáver del jefe de servicio de la empresa de seguridad que custodiaba el inmueble con un disparo en la cabeza.
Las pesquisas y las cintas de video de seguridad del edificio revelaron que uno de los guardas de seguridad mantuvo una discusión con el jefe de servicio, al que disparó en la cabeza. Tras percatarse de lo que había hecho, el guarda desconectó todos los mecanismos de alarma del edificio y lo prendió fuego para borrar las huellas.
La orden de búsqueda y captura del sospechoso terminó con la localización de su cadáver, un día después, en las inmediaciones de Kutxaespacio, edificio de divulgación científica para escolares ubicado en el barrio de Miramon. Al parecer, el sospechoso habría acabado con su vida.
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