Historia de un buen trabajador que se salió con la suya.
Juan Bosco Martín-Algarra
Anécdota real de una España en crisis: la junta de una comunidad de vecinos discute si despedir a la empresa encargada de la portería y vigilancia del edificio. Los vecinos están muy disgustados. Varios de ellos braman, porque en alguna ocasión por la noche se han encontrado a los vigilantes ¡durmiendo! “¿Para eso pagamos seguridad 24 horas?”, protestan.
A grandes males, grandes remedios. La concurrencia se inclina por la decisión más drástica. Todos a la calle. Una decena de personas, entre vigilantes, limpiadores y algún encargado de mantenimiento… todos. A la cola del paro. O ni eso, porque algunos llevan poco tiempo de alta y no tienen derecho a prestación.
¿Todos al paro? “No, todos no”, argumenta uno. “A Pepe no lo podemos echar”. Un silencio recorre la sala. La observación es muy pertinente. A Pepe no se le puede echar. El acuerdo en este punto es unánime. Pepe es crack. Un fenómeno. Un tío servicial, atento, cumplidor. Un profesional como la copa de un pino. Jamás se quedaría dormido en horas de trabajo. Antes de chapar un ojo, sería capaz de graparse las pestañas sobre las cejas, como en las caricaturas de Tom y Jerry. Pero es que, además, Pepe siempre sonríe cuando la gente sale por la puerta medio dormida hacia al trabajo o a llevar a los niños al colegio. Por cierto, se sabe los nombres de casi todos los renacuajos nacidos desde que él trabaja en el condominio, casi 60.
Pepe no espera a que el visitante toque el telefonillo y le contesten desde el domicilio. Se levanta él y abre la puerta del recinto.
La junta, entonces, resuelve librarse de la empresa y llegar a un acuerdo particular con Pepe, para nombrarle encargado del edificio, con plenos poderes para contratar y, por supuesto, con un aumento de sueldo.
Pero… oh, sorpresa. Pepe, que es un inmigrante llegado a España hace años, dice que no acepta. Gracias, pero no. Argumenta que cuando arribó a este país, con una mano delante y otra detrás, su empresa confió en él, y ahora no quiere defraudarla. Y solicita al presidente de la comunidad que se replantee la decisión. Que él se compromete a abordar el problema con sus jefes para que no se vuelva a repetir. El presidente vacila. Pero convoca una junta, que sin mucha discusión —“preferimos dormidos con Pepe que despiertos sin Pepe”— acepta la propuesta del (digámoslo ya) héroe. Pepe se sale con la suya. La empresa despide sólo a los dormilones, pero mantiene el contrato con la finca. Ocho puestos de trabajo salvados. Y colorín colorado… esta historia real, insisto, ha terminado.
Moraleja: ahora imagínense lo que habría ocurrido en el mundo si los cargos a los que Obama les ha limitado el sueldo a menos de medio millón hubiesen estado ocupados por gente como Pepe.
Juan Bosco Martín-Algarra es subdirector de LA GACETA.
http://www.gaceta.es/06-02-2009+gente_como_pepe_nos_saca_esta,noticia,3,4,46621