DV. Vaciar los bolsillos en una caja, no subir objetos punzantes o con filo a la cabina del avión, despojarse el cinturón, dejar el abrigo... «Señorita, por favor, quítese las botas que parece que pitan al pasar por el arco». No llevar líquidos de más de 100 mililitros en el equipaje de mano, desfundar el ordenador portátil... «¿Por favor, puede abrir el potito del niño y probar su contenido?» Dejar el botellín de agua a medio beber en una papelera, ser objeto de cacheo por un agente de la ley o, en algunos casos, por un vigilante de una empresa de seguridad...
Existen viajeros de avión que cumplen con «resignación» con el rosario de controles antes de subirse a la cabina. «Si es por mayor seguridad...», opina Xabier, un irundarra de 23 años que ayer tomó una avión a Madrid en el aeropuerto de Hondarribia.
Otros, que no se terminan de acostumbrarse al «cacheo», las prohibiciones o a que alguien le «obligue a descalzarse», consideran que muchas de estas medidas «son excesivas y exageradas» por no hablar de otra palabra: «Ridículas».
Eso sí, ambos perfiles de viajeros consideran «de sentido común» la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE conocida ayer, en la que dictamina que no se puede prohibir llevar un objeto en el equipaje de mano en un avión si no se ha advertido previamente. «Que se regule y que quede claro lo que está prohibido y lo que está permitido subir al avión. Hay cosas que son de sentido común», explica Jon, un donostiarra que ayer viajó a Madrid «por motivos laborales».
En su opinión, lo que se puede subir a la cabina del avión «muchas veces no queda nada claro y el policía de turno te dice que no pasas y, al final, no pasas. Tienes que dejar o tirar ese objeto porque debes coger el avión y no tienes tiempo ni de discutir ni de dejar ese objeto en una consigna».
También camino a Madrid, otro de los viajeros «cansados» de tanto control es Javier, que ayer regresaba a su casa después de haber visitado Gipuzkoa por negocios. «A raíz de los atentados del 11 de septiembre se ha exagerado todo lo que concierne a la seguridad. Hay cierta psicosis. ¿Cómo puede ser que no me dejen meter un desodorante?» se pregunta este madrileño para quien «tener que descalzarse es un atentado contra la dignidad».
A pesar de que Javier, que por su trabajo viaja «mucho», ha aguantado estoicamente todos los controles, hubo una ocasión en que no pudo más y explotó. «Fue en París. Compré una colonia en una tienda a cinco metros del control y me obligaban a dejarla porque contenía 125 ml -el máximo es 100-. No lo hice. Amenacé con echarme todo el bote por encima y atufar a todos los pasajeros en la cabina si no me dejaban meterlo. Al final lo permitieron»
¿Qué pone en el tatuaje?
María, una donostiarra de 29 años, que ayer viajó a Madrid desde Hondarribia, reconoce que en una ocasión le tocó pasar el «mal trago de que te cachee una mujer». A la joven no le parece bien que de esta labor se ocupe un guardia de seguridad. «Si alguien tiene que cachearme, que sea un policía o un guardia civil, no un vigilante», afirma.
Emma y Ana, dos albaceteñas que ayer regresaban a casa tras dos días de turismo en Donostia, son de las que piensan que «las prohibiciones deben quedar claras para que los viajeros estemos informados. Eso sí, deben de ser cosas de sentido común porque, por ejemplo, lo de quitarse el cinturón es algo absurdo». Emma recuerda que, en una ocasión, a una amiga «le retuvieron en un aeropuerto extranjero hasta que no explicase el significado de su tatuaje. Y le costó lo suyo».
A Daniel, otro madrileño de regreso a casa, el cacheo le «parece ridículo». Para Beatriz y Hugo, de Madrid y Nueva York, los controles son necesarios, aunque deben hacerse con buenas formas, «cosa que no siempre ocurre».
jmvelasco
http://www.diariovasco.com/20090311/al-dia-sociedad/quede-claro-permitido-regule-20090311.html