Aestas horas ya se habrá consumado el desatino. Al Colegio de La Chanca y al de Los Almendros les acaban de cortar el oxígeno, toda la vida y seguridad que les han dado la permanencia en sus centros de los vigilantes jurados, durante largos y fecundos lustros. Ahí van, a la deriva ya, los edificios escolares, con sus frágiles cámaras.
Doy fe que las mujeres y hombres que han vigilado en la Escuela del barrio marino, han hecho posible, con su protección, un proyecto de solidez educativa y cultural, abierto a un lugar llagado de abandonos. No entender algo tan simple es disparate, que sólo el vacío de las cabezas gobernantes proporciona. Tal Colegio es un centro vital de actividad permanente durante el año entero. Cada día se abre desde las siete y media de la mañana, con la acogida del aula matinal, y se cierra a las once de la noche ¿Quién estará pendiente, hasta tan altas horas, de abrir y cerrar la puerta y del control del centro; un cacharro triste y deleznable?
La continua presencia de los vigilantes, ha permitido a la dirección hacer fructificar una idea transformadora y solidaria, que concibe la Escuela como lugar social por excelencia, abierto y receptivo a las propuestas del vecindario; donde niños y mayores, tras las clases, se incorporan a múltiples talleres, donde el desarrollo pedagógico, creativo, cultural y deportivo, han hecho que un centro público y gratuito se haya convertido en esencial, para la vida de un barrio, de tanta energía, pero tan desprovisto de espacios que acojan sus aspiraciones.
De nuevo se actúa sin querer entender cómo se concibe la educación y el proceso de participación de los habitantes de una zona, dejada por su Ayuntamiento. Les importa bien poco lo que se fragua allí. La ausencia de los vigilantes supone un golpe mortal para el impresionante programa que viene cumpliéndose, para el material y los espacios de la Escuela, así como para la veintena de mujeres y hombres de La Chanca, que trabajan en la cocina y en los talleres y que, un caos motivado por la inseguridad del Centro, podría hacer peligrar sus puestos de trabajo, en un momento de tanto desespero en los barrios más pobres.
¿Cómo es posible concebir la democracia cerrando toda vía al diálogo, tomando medidas que ignoran la necesidad de una presencia constante del servicio de vigilancia, para la continuidad de las actividades? El desprecio hacia la Escuela Pública no conoce el escrúpulo. También hacia los barrios con heridas. La medida es vergonzosa. Ojalá que no sea destructiva ¿Qué ha de pasar con los trabajadores que venían protegiendo ambas escuelas?
http://www.elalmeria.es/article/opinion/379769/los/vigilantes/la/calle.html