A veces, cuando uno no puede pagar las facturas, lo acaba pagando con el empleado del banco. Lo están viviendo en sus carnes los cajeros, hoy confesores de clientes en apuros, pero también escudos y guardaespaldas ante las acusaciones de los más enfadados. Sus puestos, cara al público, entre el dinero y el cliente, se convierten en blanco fácil cuando las deudas comienzan a ahogar a las familias y la sucursal, en el muro de las lamentaciones.

Bajo el nombre de Miguel se esconde un cajero de banca en Palma. Prefiere no dar su nombre, "por si las moscas". Nos propone que titulemos este reportaje algo así como 'Apadrina un banquero'. Insiste en que las situaciones diarias en el banco llegan hasta límites insospechados: amenazas, malas maneras, lágrimas... "Detrás de cada cuenta corriente ahogada se esconde un drama humano", espeta.

Por ello, asegura que "el estrés y la presión psicológica" entre los cajeros cada día toma más fuerza. Tanto, que él mismo se plantea dejar su trabajo. "No puedo más", revela quien se siente chivo expiatorio de un sistema, el financiero, en el que el público trata a diario con un cajero detrás de un mostrador.

A Joan –otro nombre inventado para salvaguardar la identidad del empleado– sus clientes le paraban por la calle del pueblo. "Mira, que nos conocemos de toda la vida, ¿no puedes echarnos un cable? No llegamos a fin de mes", le decían los vecinos de una localidad mallorquina. "Pero, ¿qué puedo hacer yo?", se pregunta. Es el día a día de los empleados de banca. Son los primeros en enterarse cuando los euros comienzan a escasear en casa y en ocasiones, acaban siendo el primer saco que golpear cuando llega la rabia, el primer muro contra el que darse cabezazos.

Desde los sindicatos bancarios denuncian que la presión es doble. Llega por arriba, del banco; y por abajo, del cliente. "Es muy triste encontrarse con clientes que ya no pueden pagar la hipoteca, pero por otra parte tenemos normas superrestrictivas para conceder créditos", explica Catalina Pol, delegada sindical del sector financiero balear en CCOO.
'Somos escudos'

p> "Hoy por hoy somos los escudos, cuando el fallo ha sido la desmesura con el que se han concedido los créditos en los últimos años", continúa. Catalina Vicens, de CSICA, Confederación de Sindicatos Independientes de Cajas de Ahorros, recuerda que en una sucursal bancaria, "hace unos meses tuvo que intervenir la policía". No quieren dar nombres ni situar las sucursales, pero los representantes sindicales reconocen que hay oficinas que son más conflictivas:"Hay empleados que están amenazados de muerte", revela.

"¡Sois unos ladrones, os habéis quedado con el dinero del Estado!", es una de las acusaciones que más se escuchan en las sucursales bancarias cuando el cliente se enfada, según CCOO. En Baleares, ya ha habido casos en los que se ha llegado a las manos.

Desde SIB, Sindicato Independiente de Baleares, reconocen que el primer paso para la agresión suele ser "la violencia verbal, el cliente se presenta en la oficina y se acuerda de toda tu familia, te llama ladrón...", explican Pedro Noguera y Guillermo Boscana. "Un empleado tuvo que defenderse a bofetada limpia de un cliente que no quería hacer cola, la gente está muy crispada, muchos clientes están estresados por la crisis y tienen comportamientos violentos", señalan.

Arnau Llinás, Responsable de Salud Laboral de Comfia (Federación de Servicios Financieros de Baleares)-Illes, explica que ante la crisis, se están empezando a analizar "estos nuevos riesgos psicosociales a los que se tienen que enfrentar los empleados de banca".
Atracos

¿El gran temor del vigilante de la caja? "El atraco". La crisis complica las cosas:"Se espera que aumenten los atracos", revela Catalina Pol. "El año pasado se consiguió que el atraco bancario fuese considerado un riesgo laboral, a través del Tribunal Supremo".

Los empleados se sienten entre la espada y la caja:"Nos tienen entre el dinero y el atracador", denuncian desde CCOO. Arnau Llinás recuerda que "está a la orden del día: a la gente se le acaba el paro y necesita sustento para su familia. Las grandes superficies antes no tenían seguridad privada y ahora la han puesto y no hay que olvidar que lo que más quiere la gente es el dinero". Llinás señala que "hace un mes se produjo uno en una caja isleña". Y alerta:"Puede pasar en cualquier momento".
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/03/29/baleares/1238348530.html