El Metro convierte Rochelambert, Amate, el Cerro o Pino Montano en puntos de un nuevo centro · En Su Eminencia dirección Condequinto y en Blas Infante sentido Ciudad Expo deja de ser subterráneo

A escasos metros de la estación de Plaza de Cuba se ve la portada de la Feria. Desde la estación de Nervión, al fondo se divisa la Giralda. La Sevilla efímera y la Sevilla eterna. El Metro le regala al viajero el palíndromo de Sevilla, la ciudad leída al revés: Allives. Puentes, torres, circunvalaciones, sueños marchitos de ladrillo. La Hispalense y la Olavide en el mismo itinerario cuando abran la estación Puerta de Jerez. "Cuando pongan el tranvía de Mairena a Bormujos, adiós al coche". Rafael de Cózar tiene que levantarse a las seis y media de la mañana en el Aljarafe para llegar con tiempo de encontrar un aparcamiento y dar relajado sus clases de Literatura. Adiós a los madrugones.

"Ahora mismo estaría cogiendo el autobús en el Cristina". Lola lleva siete años trabajando en Capitanía. Tiene que tomar dos autocares para llegar desde Mairena del Aljarafe. Origen y destino de la línea 1 del Metro. La ocasión la pintaban calva. Eva, Silvia y dos Cristinas, entre 16 y 18 años de edad, cogieron el Metro con destino Nervión. Objetivo: "Ir a Nervión Plaza a comprar ropa para Semana Santa". Problema: "Nos hemos equivocado y nos fuimos hasta Mairena".

Eso es calidad de vida. Carmen, Petra, Asunción y Flora son viudas y ayer se casaron con el Metro. Vecinas de Mairena 2000, comieron en San Bernardo y tomaron café en Ciudad Expo. Un programa que antes sólo se lo podían permitir yuppies y ejecutivos. "Y encima bailamos sevillanas y hemos visto al Risitas". Cosas que contarle a los 19 nietos que suman entre las cuatro.

"Sólo nos falta el A400M". María del Amor Romero está muy concienciada con el trabajo de montador aeronáutico en Tablada de su marido, Manuel. Son vecinos de Pino Montano. Ayer, en su cumpleaños, le regaló "un paseo en el Metro de Sevilla". Manuel trabajó cuatro meses cerca de Düsseldorf, pero no probó los metros alemanes. Como los autobuses urbanos, el Metro también propicia los encuentros familiares. "Su sobrina es mi cuñada", dice Yolanda señalando a la esposa de quien cumple años. Cogió el Metro para dejar a su hija en Triana y después acudir a su trabajo en Alcampo.

Van a cambiar los hábitos de vida, de trabajo. Pero por ahora es la fiesta, la novedad. No se ve a nadie leyendo un libro porque todos se sienten protagonistas de una novela. Hay muchas más cámaras de fotos. Juan Luis Salguero fotografía a sus dos hijos. Vive en Los Remedios. Regenta con su esposa, Ana Molero, una farmacia en El Gastor, pueblo de la serranía gaditana. "Nos va a venir muy bien por el Conservatorio de los niños, que lo tienen junto a Blas Infante".

Por el Metro lo que haga falta. Incluso irse andando desde el Esqueleto, en el Polígono Sur, hasta la estación de Nervión. José Fernández, cocinero jubilado, hizo el camino con su compañera y sus tres nietas. Antes las obsequió en su casa con habitas salteadas con ajo y un huevo cuajado. "He montado en el Metro de Madrid y en el de Barcelona. El de Valencia no lo llegué a conocer. Estuve allí 17 años, tenía un restaurante en Gandía y cuando el golpe del 23-F y el bando de Milans del Bosch me volví para Sevilla".

Dejó su moto en la Gran Plaza y recorrió el trayecto entero. A la ida y a la vuelta. "Me estoy bajando en todas las estaciones para hacer fotos". La cámara es de Rafael Rodríguez, vecino de Sevilla Este. "Tiene novedades como la doble puerta de seguridad que no las he visto ni siquiera en el Metro de París". Trabajó 34 años en Astilleros. Esta puesta de largo le recuerda la última botadura en la que participó, la de un barco argelino. "El último antes de que privatizaran los Astilleros". Su mujer se sacó la tarjeta, pero no fue el día inaugural "porque trabaja de vigilante jurado".

El Metro va bajo tierra en su tramo central. Ve la luz en Su Eminencia camino de Condequinto y en Blas Infante dirección Ciudad Expo. "Ahí está la estación". Amador Bajo se la indica a Vicente Pastor porque ambos son de Peñaflor, el pueblo donde se casó Blas Infante, que da nombre a la estación donde el campo se ilumina. Amador trabaja de recepcionista en el hotel Casas de la Judería. "Les hablaba a los clientes del tranvía y ahora les hablaré del Metro". Los dos camareros que trabajan en el turno de tarde de la cafetería del hotel Portaceli, a dos pasos de la parada de Nervión, se han subido en el Metro de Roma "pero en el de Sevilla nos lo vamos a pensar". "Podía vivir en Bollullos o en Alcalá del Río, pero tengo la suerte de que estoy a cinco minutos de mi trabajo", dice uno de ellos.

Lola va todos los días desde Mairena del Aljarafe hasta Arahal para cuidar de su madre. "Cuando cogía el autobús del Cristina, llegaba a casa a las seis menos veinte". Habla en pasado porque, como muchos sevillanos, ha convertido el Metro en algo suyo. Los ocupantes de los tres asientos suman 245 años: los 83 de Antonio Fuentes, vecino del Cerro, los 82 de Manuel Hidalgo, de Rochelambert, y los ochenta de Concepción Jiménez, que viaja con sus dos hijos, Manolo y Conchi, con su yerno y su nuera.

El Metro es su palanca artística. "A las siete y media tenemos ensayo en la sala de Guitarras del Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache", dice Rafael, yerno de Concepción, cartero e integrante del grupo de sevillanas Marismas, que han sido contratados en la Feria de Sevilla para actuar en una caseta particular que es de Sando, la constructora del Metro.

"Mi hija va asustada perdida". Dolores Herrera, natural de Cartaya, animó a su hija María del Mar a que perdiera el miedo y se subiera con su nieta. Viven en el Cerro del Águila. "Tengo dos hijos gemelos que trabajan de herreros que no han podido venir porque están trabajando". El Metro es como la vida de Jorge, que lleva cuatro meses en este mundo y vivió nueve meses en el cálido túnel de la madre que mece su cochecito entre un mar de cuerpos. Querían bajarse en la estación del Prado para coger el tranvía, pero el Metro pasa de largo.

Dos asturianas y una madrileña vinieron de turismo a vivir la Semana Santa y se han encontrado con la sorpresa. Lo ven como una manifestación más de la ciudad. "¿Cuál es la parada más próxima de la Catedral?", pregunta una de ellas. "Te bajas del avión y ya es otro mundo". Y te subes al Metro.

Teófilo Serrano, que fue director de Ferrocarriles Andaluces, entra en la estación de San Bernardo. Con un numeroso y encorbatado cortejo, se dirigen a Cocheras, que fue en tiempos cochera de aparejos del anterior proyecto de Metro, cochera de coches de caballos y ahora no es más que el nombre de una estación de la línea 1 del Metro de Sevilla. En el cortejo de directivos viaja Eusebio Corregel, consejero del Metro de Sevilla y director general del tren de Alta Velocidad Figueras-Perpignan, un trayecto con aromas a Dalí y a Josep Pla que tiene un túnel de ocho kilómetros bajo el Pirineo.

http://www.diariodesevilla.es/article/sevilla/391229/para/ver/y/para/ser/vistos.html