A las 2,10 de la madrugada del sábado en la estación del Tram de El Campello el ambiente es muy tranquilo y todo está en orden. Dos minutos después sopla el silbato y en ese instante acceden al vagón dos chicas con tres amigos. Una de ellas, con evidentes signos de embriaguez se enciende un pitillo dentro del convoy. La otra amiga y los chicos la siguen en el gesto, pero permanecen fuera del tren; ella no.
Al momento llegan los vigilantes, dos hombres jóvenes con mucha mano izquierda, muy serios y bragados en esto del alcohol y la noche.
Inmediatamente le dicen que tire el pitillo o deberá abandonar el tren. Ella no se lo piensa y, entre sonrisas le responde a uno de ellos «¡Eh... segurata!, tú me tocas los cojones!». Ellos le retiran la mirada a la niña porque ven el estado en que se encuentra. Entonces le dicen que se bajan todos del tren en la próxima estación.
Los amigos empiezan a ver el espectáculo y también reprenden a su amiga que, para arreglar la cosa, se vuelve hacia el vigilante, un tipo como un toro y le sacude «oye, calvo, calvito, pelao, no me vayas a echar a la calle». Ahí los amigos no aguantan y se levantan a por ella para sentarla en una butaca para que se tranquilice.
La chavala ha cogido ritmo y sigue a lo suyo. Les chista, «chisssss, chisssss, oye calvo no me gustas y no se te ocurra tocarme». En ese momento se apercibe de la cámara de fotos del periodista y se va como una flecha hacia él. «a mi no me hagas fotos, ni se te ocurra que te pego una hostia» para añadir después «si haces fotos se lo digo a mi padre que es policía y te rompe la cara». Los amigos la vuelven a coger para devolverla a la butaca. Justo debajo de la cual hay varias bolsas de supermercado con botellas de alcohol.
Estos cinco jinetes del apocalipsis hablan entre ellos y comentan que van al Alicante Golf a continuar el botellón. Cuando los vigilantes deciden desalojarlos del tren los chicos, más prudentes, les piden que les dejen llegar al golf, que sólo falta una estación. Para no calentar el ambiente, ellos acceden. Entonces la protagonista de la fiesta saca una enorme botella de refresco de cola, la abre y la espuma y el gas sirven para duchar a los congregados, manchar el suelo del vagón y acabar con la paciencia de los agentes. Pero ahora es tarde, ya estamos llegando al golf y se bajan. Lo bueno dicen los agentes empieza a las cuatro «cuando los vagones van a reventar y es imposible evitar que muchos fumen o se meen en el rincón, se pelean... y mucha bronca».
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