Con todos los respetos para la inmensa mayoría de miembros de la Benemérita, que hacen más llevadera, más segura nuestra vida (este es un intento de iniciar este artículo con una actitud políticamente correcta, naturalmente), la detención de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado siempre provoca alarma social. Bajo los uniformes sólo hay hombres, con todas las virtudes y todos los defectos de la condición humana. Pero no todos los hombres tienen acceso al principio de autoridad y el uso de armas para ejercer su muy noble profesión. Podemos poner en tela de juicio la remuneración que reciben a cambio de tan vital servicio a la sociedad. Podemos, si ustedes quieren, apelar a la debilidad humana ante unos semejantes que, un día sí y otro también, se enfrentan a la tentación del dinero fácil, mediante la implicación directa en las tramas de corrupción o, simplemente, mirando para otro lado, mientras la “nieve” perversa cae sobre la sociedad, sobre nuestros jóvenes, sobre nuestras familias, en cualquier estación del año.
Pero no hago esta reflexión para practicar la “caza menor” en el coto que ha quedado abierto tras el incidente de Marín. Prefiero practicar la caza mayor, qué quieren que les diga, apuntar más alto, y dejar en el aire una pregunta que debería herir la sensibilidad del respetable público: ¿quién vigila a quienes nos vigilan? Es similar a esa que nos hemos hecho tantas veces: ¿quién juzga a los jueces?, o ¿qué perverso sentido del corporativismo o el cinismo electoral permite a la clase política proteger a las manzanas prohibidas? Centrándonos en el asunto que nos compete, no comprendo cómo los altos mandos de la Guardia Civil, los Subdelegados y Delegados del Gobierno en las diferentes jurisdicciones autonómicas, los propios altos cargos del Ministerio del Interior, se pueden ir de rositas, lavarse las manos, como Pilatos, cada vez que se pilla a uno de los agentes que están bajo su responsabilidad con las manos en la masa.
¿No existe política de prevención interna en las distintas instancias de la Seguridad del Estado? Y, si existen, ¿cómo es posible que funcione tan mal? Por qué, cada equis tiempo, le dan uno de estos disgustos a la sociedad que protegen y la sumergen en un estado de alarma social.
http://www.xornal.com/opinions/2009/07/07/Opinion/quien-vigila-vigilantes/2009070723282537306.html