Dos tiros derribaron a Andrés Toro Barea, que cayó junto a la silla que
había ocupado poco antes junto a su asesino. La casa estaba en perfecto
orden, ninguna ventana ni la puerta habían sido forzadas. Es lo primero
que llevó a la Policía a pensar que el directivo de banca, de 55 años,
conocía a la persona que le disparó, a corta distancia, con una pistola
de nueve milímetros en el hombro y el tórax.
Las sospechas apuntaron en un primer momento a alguien relacionado con
el trabajo de Andrés, que ocupaba un alto cargo en el Centro Especial
de Recuperaciones del BBVAde Andalucía occidental, encargado del cobro
a morosos y la recuperación de créditos.
Pero el 31 de julio, el juez que instruye el caso ordenó prisión
preventiva para la esposa de Andrés, Natividad Cantero, de 52 años, a
la que se acusa de homicidio, tenencia ilícita de armas, allanamiento
de morada y revelación de secreto. El matrimonio llevaba un año
separado y Andrés había iniciado los trámites del divorcio.
Las pruebas parecen ponerse en contra de la imputada. El vigilante de
la urbanización declaró haberla visto junto a su hijo en la escena del
crimen en la hora previa al asesinato. El teléfono móvil del fallecido
podría haber aparecido en su poder. Además, un tío de la detenida
acudió a la Policía y confesó haberle regalado años atrás una pistola
del mismo calibre que la empleada en el homicidio.
El arma aún no ha aparecido –se baraja que fuese arrojada al
Guadalquivir– pero las piezas comienzan a encajar. Tras tomar
declaración a Natividad, el juez, Javier Carretero, del juzgado de
instrucción número 1 de Sanlúcar la Mayor abrió diligencias contra la
hija del matrimonio, Natividad Toro, de 31 años, por obstrucción a la
justicia después de que varias personas presenciasen cómo trataba de
convencer a su tío para que cambiase su declaración.
Otro informe devastador fue remitido a la Fiscalía de Menores. Andrés
David Toro Cantero, que cumplió 18 años dos semanas después de la
muerte de su padre, fue imputado como colaborador necesario en el
asesinato. Actualmente está recluido en un centro de menores de Carmona.
Andrés murió un domingo, el pasado 15 de junio, sobre las cinco de la
tarde. Horas antes, había estado “cortando una palmera de su casa” y se
acercó a la garita de seguridad a tirar los restos, según relata Diego
Jiménez, el vigilante de la urbanización La Juliana, a las afueras de
Bollullos de la Mitación. Desde que se separó de Natividad, Andrés
vivía solo en un chalé de La Juliana. Su familia acudía
“esporádicamente” a verle, recuerda el vigilante.
Diego estaba de guardia aquel día en la garita de entrada de la
urbanización. “Fui la última persona en verle con vida, me comentó que
a ver si le daba tiempo a terminar de arreglar el jardín porque
esperaba visita”, relata. Entre las 16.00 y 16.15 horas, llegó la
visita que esperaba Andrés. Eran su ex mujer y su hijo. Entraron en la
urbanización y se marcharon del lugar sobre las 17.00 horas, según
cuenta Diego. “No apunté la matrícula del coche en el parte porque les
conocemos”, declaró el vigilante a la Policía.
De momento, nadie sabe lo que pasó en la casa durante el encuentro ni
si alguien más acudió una vez que madre e hijo se marcharon. Tampoco
nadie escuchó los dos disparos, probablemente, porque el chalé está
ubicado entre dos solares y frente a otras casas en construcción.
La mañana del lunes 16 de junio, sobre las 9.30 horas, una compañera de
trabajo contactó alarmada con la urbanización La Juliana. Pedía que
comprobaran si Andrés había dejado algún número de teléfono para casos
de emergencia. Según la mujer, el directivo no había acudido a su
trabajo y temía que le hubiese ocurrido algo porque padecía problemas
cardiacos.
El vigilante contactó con el presidente de la urbanización y
comprobaron que el coche de Andrés estaba aparcado junto a la casa.
Llamaron a la hija del fallecido, quien acudió con su marido.
“Pensábamos que habría sufrido un infarto, por lo que ella se quedó
fuera de la casa y entró su marido. Andrés Toro estaba tirado junto a
la silla y sólo cuando el juez ordenó el levantamiento del cadáver se
comprobó que había muerto a causa de las balas y no de un ataque al
corazón”, explicó el vigilante.
Apenas había sangre debido a que los disparos fueron realizados a
bocajarro y las balas, de pequeño calibre, quedaron alojadas en el
cuerpo. Según el relato del vigilante, la reacción de la hija “no fue
la esperada en esas circunstancias, ni se alteró hasta un rato
después”. Dentro de la vivienda todo aparecía en su lugar, excepto un
cajón que estaba revuelto. Según fuentes del caso, el asesino se llevó
los papeles del chalé y unos documentos del BBVA. Tampoco se encontró
el móvil del fallecido y faltaba un teléfono inalámbrico.
Varias horas después de que Andrés Toro fuera asesinado, alguien envió
a una mujer, supuestamente la nueva pareja de Andrés, un mensaje en
blanco desde el teléfono móvil del fallecido. Un mensaje al que, según
fuentes del caso, dio cobertura el repetidor de telefonía que da
servicio al Edificio Goles, un bloque de pisos en el centro de Sevilla
donde vivía la ex mujer de Andrés.
Mientras que el entorno de Natividad prefiere no hacer comentarios, el
retrato que ofrece el círculo próximo a Andrés de ella es el de una
mujer cuya única preocupación era “la avaricia”. Según los testimonios,
la ex mujer podría haber temido perderlo todo ante el divorcio. Además,
aseguran que era celosa y trataba de confirmar si su ex marido mantenía
una relación con otra mujer. “Por eso envió un mensaje desde el móvil
de Andrés a esa mujer, para ver si sus sospechas eran ciertas, y se
llevó el teléfono de la casa para saber con quién hablaba”, dice un
hombre cercano a Andrés.
La desavenencia entre la pareja era conocida por todos. “Ella le
maltrataba psicológicamente, el matrimonio nunca funcionó y en los
últimos dos años la situación se tornó insostenible”. Fuentes
familiares aseguran que habían recomendado a Andrés cambiar las
cerraduras de la casa. Él se negaba porque quería que sus hijos siempre
pudiesen entrar. De su mujer decía: “Puede que entre, pero no me va a
matar”.
En cuanto a la posible implicación del hijo, personas próximas al
círculo familiar le describen como “infantil e inmaduro”. Según esta
versión, Natividad le enfrentaba a su padre. “La madre utilizaba al
hijo para que pidiera a su padre dinero y si no se lo daba le decía:
¿Ves como tu padre es malo? No te quiere”. A todos les pareció extraño
que el joven no acudiese a la casa ni al tanatorio tras el suceso y
sólo fuese al entierro.
“La sospecha es que él tuvo que estar presente en el asesinato porque
la madre le utilizaba como ariete para ver a Andrés. Si él no hubiera
estado Andrés no habría abierto la puerta”, cuentan y aseguran que el
miedo del fallecido era perder a sus hijos. De hecho, su hijo habría
evitado hablar con él durante un par de meses, “hasta que accedió a
darle 3.400 euros para un curso de tatuador y el carné de conducir”,
dice un familiar.
http://www.elcorreodeandalucia.es/noticia.asp?idnoticia=4424170094092098093096424170