PREGUNTA. Soy director general de una empresa de cosméticos. Cada cierto tiempo, sin previo aviso, realizamos controles sobre las pertenencias de los trabajadores al finalizar la jornada laboral, para evitar posibles sustracciones de materiales. Los empleados llevan tiempo quejándose de esta norma interna y no sé hasta qué punto es recomendable mantenerla. ¿Qué me aconsejarían?
RESPUESTA. Es perfectamente comprensible su preocupación por evitar el robo de los productos de su empresa, pero resulta cuestionable el método elegido para lograrlo.
Muchas prácticas empresariales que hace años eran admisibles en nuestras empresas hoy ya no lo son tanto e, incluso, se han convertido en prácticas totalmente rechazadas y rechazables.
Las organizaciones han cambiado radicalmente en las últimas dos décadas, y las políticas de gestión de personas se han reorientado para situar a las personas como elemento clave para el éxito empresarial.
Tenga en cuenta que el activo más valioso de su empresa son las personas que la integran, mucho más, incluso, que esos extraordinarios productos cosméticos que vende.
¿Cree usted que tratar a sus colaboradores como potenciales “ladrones” es una forma adecuada de proceder?
No sabemos los robos que puede evitar, pero estamos convencidos de que la insatisfacción y desmotivación que genera entre el personal son enormes y de consecuencias claras y reales sobre los resultados de la empresa.
Se puede implantar otro tipo de prácticas orientadas al mismo fin, pero sin tantos efectos secundarios adversos, y que favorezcan la honradez, la confianza, el compromiso y la responsabilidad de todos.
Le vamos a recomendar tres muy concretas.
La primera es que en los procesos de selección introduzca como criterios la honradez y la honestidad.
Son variables que se pueden evaluar con relativa facilidad, y con ello estará evitando en gran medida muchos de los problemas posteriores.
La segunda es que forme a su plantilla en valores positivos de identificación y compromiso con la empresa, con lo que estará favoreciendo una alta moralidad, un fuerte sentido del deber y una elevada responsabilidad de todos, no sólo frente a ellos mismos y la empresa, sino también frente a sus compañeros.
Y la última: que establezca sistemas igualmente positivos de recompensas que permitan a sus empleados ser partícipes de objetivos
que impliquen mejoras y les alejen de la tentación.
Emilio Solís es director general adjunto de Ray Human Capital.
El País.
Saludos.
M. Álvarez.