En la provincia trabajan ya cerca de 400 guardas, más que policías municipales, y el 70% de ellos custodia instituciones
En estos tiempos en que la crisis sobrevuela como un negro espectro sobre múltiples puestos de trabajo, hay uno que por ahora se libra de sus tentáculos. El sector de la seguridad privada está en auge, sobre todo en lo que se refiere a vigilantes. Álava cuenta ya con unos cuatrocientos guardas en activo, más que la plantilla de la Policía Local de Vitoria, con 369 agentes. Pero es que, la demanda indica que al menos se necesitan otro medio millar más de efectivos en toda la provincia, según confirman profesionales del sector consultados por EL CORREO.
Y es que cada vez son más las empresas y particulares que quieren rodearse de más medidas de seguridad. Aunque el 70% de estos trabajadores hacen sus rondas por las diversas instituciones públicas, cada vez son más las entidades bancarias, fábricas, edificios en obras y comercios los que tratan de evitar atracos por todos los medios.
Este gran número de vacantes en el oficio está también ligado a las características de esta profesión, a la que mucha gente accede de manera provisional, hasta que concluye sus estudios o encuentra otro trabajo con mejores horarios y condiciones laborales. «La rotación es impresionante. En muchas empresas la mayor antigüedad ronda los dos años. Su precariedad la hace poco atractiva para los jóvenes», sentencian desde Comisiones Obreras. «Muchos lo usan como puente. Es uno de los trabajos con más trabas, ya que hablamos de doce horas diarias los treinta días, de noches, festivos... Y no es tanto lo que se gana», apuntan, por su parte, en UGT.
Hasta los propios uniformados y algunas empresas denuncian el escaso control y las situaciones irregulares que se suceden en el sector. «Hay mucho intrusismo. Paralelamente a las empresas de seguridad, se crean otras de auxiliares de servicios. Sus empleados tienen mínimos derechos, realizan labores de conserjería y, a veces, paralelamente de vigilantes», desvelan. «Sobre todo en la construcción , ahí hay muchos con el traje de vigilante sin serlo», añaden. Eso, a su juicio, da pie a «que trabaje gente sin los estudios ni la titulación necesaria».
El 25% con pistola
Para ser vigilante es necesario tener entre 18 y 55 años, ser ciudadano de la Unión Europea, poseer el Graduado Escolar, obtener un certificado de aptitudes físicas y psicológicas y carecer de antecedentes penales. Si se cumplen todos estos requisitos, los interesados deberán realizar además un cursillo de 180 horas.
Sin embargo, UGT denuncia «los pocos cursos de formación que hay en Vitoria. Sólo dos centros los ofrecen, y de vez en cuando hay alguno puntual de alguna institución». Este hecho provoca que, en ocasiones, «se haga la vista gorda y, ante la prisa por tener personal, se contrate a la gente sin que haya acabado el cursillo». Ocurre asimismo que las clases se imparten de cualquier manera «para que el vigilante se saque la licencia cuanto antes».
Una vez concluida la formación, si además de la porra el vigilante quiere llevar un arma para servicios especiales, necesita obtener una licencia, para lo que ha de pasar otras dos pruebas que convoca la Guardia Civil. Luego, cada año deben aprobar un examen para demostrar que siguen capacitados. En Álava, el 25% de los vigilantes tienen permiso de armas. Una tendencia que las empresas aseguran que «va a la baja» por el temor de estos trabajadores a las consecuencias que les puede acarrear el tener que recurrir a los disparos en un momento dado.
Precisamente, este es un debate que ha vuelto con fuerza a la palestra estos días, después de los ocurrido hace dos semanas en la estación vizcaína de Abando, cuando un escolta y un vigilante se enfrentaron a tiros por una disputa. «Los dos tenían que quedarse sin licencia. La pistola sólo tiene carácter disuasorio, sólo se saca cuando hay otra arma enfrente y peligra tu vida o la de otra persona. Debes tener aguante, poner paz y ser responsable. El problema es que muchos no están preparados para llevarla», recalca un guarda con más de una década de experiencia.
En bancos e industrias
El portavoz de otra empresa puntualiza que los vigilantes sólo pueden portar un arma cuando sus superiores así se lo indican y « eso ocurre cuando el cliente lo solicita a la Guardia Civil por las características del puesto que requiere». Para tener el visto bueno, los propios contratantes deben pasar un 'examen' policial previo a la autorización de la subdelegación del Gobierno, al igual que la firma de seguridad, que será la responsable de instalar un completo armero en el lugar donde se va a prestar ese servicio.
Esto supone que sólo existe vigilancia armada en lugares muy concretos de la provincia y, a menudo, en los turnos de noche «porque puede haber más problemas». Entre ellos están la Diputación, el Gobierno y Parlamento vascos y diversas dependencias del Ejecutivo central. También en las obras del TAV, por la amenaza terrorista de ETA, en la estación de tren y en el aeropuerto, en las oficinas centrales de algunas entidades financieras y en determinadas industrias, especialmente si se trata de aquellas que utilizan material explosivo, así como en el transporte de valores.
Aunque en los museos alaveses no son habituales, en el Artium apostaron desde el principio por su uso, y la decena de vigilantes de su plantilla tiene licencia de armas. «Se usa sólo para la carga y descarga de las obras, porque al realizarse en la calle, es un momento vulnerable», confirma Ramón Angulo, responsable de infraestructuras del museo. «El arma está dentro de una caja fuerte que está en un cuarto con alarma y cada vez que se usa hay que registrarlo», detalla. Y a continuación, tranquiliza, «aquí su labor es la seguridad de las personas y vigilar las obras de arte».
http://www.elcorreodigital.com/alava/20080907/alava/alava-busca-vigilantes-seguridad-20080907.html