«No seamos hipócritas, si nos dieran facilidades para robar, seguro que lo haría todo el mundo. Pero eso sí, que no sea de mucho valor porque puedes cagarla». Lo tiene tan claro que es casi imposible explicar a este joven de 25 años y de Puerto Real que está hablando de incumplir el Código Penal. Su lógica viaja en otra dirección y ésta le guía hacia el aprovechamiento de las oportunidades.
Ahorra hasta el límite del delito -que no el de la falta penal- y no le da importancia a sus pequeñas fechorías. Roba, pero con conciencia. «Nunca le quitaría algo a un pequeño comerciante o en una tienda de barrio que la está pasando canutas, pero en un gran centro comercial, ¿por qué no? Si ganan mucho dinero». El joven, que no quiere dar su nombre, se excusa en la explotación a trabajadores en países subdesarrollados y a los que contratan en los propios establecimientos.
No alardea de lo que hace, aunque en estos momentos «está en el dique seco» después de tener que pagar 150 euros de multa por tratar de robar en una tienda de conocida marca un bote de colonia cuyo valor no llegaba ni a los veinte. Mal negocio.
Exceso de confianza
«Fue un despiste. Estaba buscando un regalo para mi novia y me decidí por un perfume». Un exceso de confianza por su parte hizo que lo pillaran con las manos en la masa y además no tenía pendiente ninguna fecha especial. «Me confié porque el bote que cogí era el que usan de probador y pensé que no llevaba ningún tipo de alarma. Lo elegí por eso y porque me di cuenta de que lo acababan de poner en la estantería y estaba lleno». Y la falta de cálculo le traicionó esa vez.
El joven cuenta que cuando estaba a punto de salir por la puerta la alarma comenzó a sonar. «Me quedé de piedra porque no me lo esperaba. Si hubiera reaccionado mejor, habría salido por patas».
Agotó el escaso tiempo que tenía para tomar una decisión y cuando quiso darse cuenta, el vigilante de seguridad ya estaba encima. «No llevaba ninguna bolsa, ¿para una cosa tan pequeña?», lamenta ahora. El recipiente se lo había guardado en el bolsillo interior de una abultada cazadora, que el vigilante le pidió que se quitara. «Cuando sabes que te han pillado, es mejor no empeorar las cosas. Le entregué del tirón el bote». Tuvo que enseñar los bolsillos de sus pantalones mientras que le registraban la cazadora.
«Recuerdo que la jefa de las dependientas se me acercó y me echó una bronca de narices. En cambio, otra de las chicas que fue a recoger el bote me trató mejor y me dijo que no debía arriesgarme por esa tontería». En ese momento, supo que una etiqueta con una especie de código de barras en la parte inferior del recipiente fue lo que le había delatado.
A juicio
Desde el establecimiento, la encargada y el vigilante le llevaron a una oficina de control que hay ubicada en el centro comercial, donde se formulan las denuncias. Un par de horas después se marchaba sabiendo que iba a ser citado para un juicio de faltas que llegó a las dos semanas. «Tardé más en entrar que en ante el tribunal. Yo reconocí lo ocurrido, no me quedaba otra, y me impusieron la multa» como autor de una falta de hurto.
Dice que es la primera vez que le pillan, aunque lleva «robando cositas» desde que era menor de edad: dulces, ropa, discos, colonia. El hecho de que esté en paro no es la razón que le lleva a hacerlo. «Cuando lo pruebas la primera vez, es difícil dejarlo. ¿Para qué gastarme dinero en algo de poco valor, si lo puedo conseguir gratis?». Sólo se impone un límite a su particular filosofía: medir el precio de lo que hurta. Sabe que si se pasa del límite puede terminar en comisaría
http://www.lavozdigital.es/cadiz/20091127/ciudadanos/cuando-sabes-pillado-mejor-20091127.html