La crisis ha forjado ladrones de guante blanco que roban delicatesens que ya no pueden pagar
Bilbao
HARTA de que robaran ante sus ojos una y otra vez la lata de anchoas Don Bocarte, de 26,59 euros, la charcutera del supermercado Erkoreka de la calle Doctor Achúcarro de Bilbao le ha colgado un cascabel. Cuando alguien coge la conserva, ella lo escucha. Amablemente, le explica al cliente que si va a adquirir la lata le dará otra antes de pasar por caja. Ésta, sin cascabel. La joya del supermercado es un objetivo común entre los ladrones mejor vestidos. "Ayer, una señora mandó a su marido a la caja con el carro lleno, mientras ella se quedaba cerca de la nevera de la charcutería intentando robar la lata. Tras darse cuenta de que era observada, volvió a dejar la conserva en su sitio y regresó con su marido con las manos vacías", explica orgulloso el encargado de la tienda, Manuel Romero. El truco funciona.
Los robos y hurtos en Bizkaia han aumentado alrededor del 25% en el último año. Los expertos achacan el incremento a la crisis económica, un fenómeno que ha destapado un colectivo latente: los ladrones de caprichos. Son personas que disponen de suficientes recursos económicos para subsistir con dignidad. Sin embargo, la situación financiera ha dejado maltrechas sus costumbres sibaritas de nuevos ricos, por lo que deben renunciar a las delicatessen.
"Los robos han cambiado. Ahora hay más gente normal, antes enseguida los cazabas por la pinta. Además, también hay mucho robo por encargo, sobre todo, de queso Idiazabal y embutido ibérico", explica el encargado de tienda. "Un día, cazamos a un hombre vestido con un buzo de la construcción que escondía 18 sobres de jamón ibérico". En otra ocasión, descubrió a una familia que camufló las compras más jugosas con paquetes de pañales. Y de cara a la Navidad, este colectivo de ladrones se decanta también por los turrones.
¿Y qué pasa cuándo les pillan? "Si son mujeres, se sienten avergonzadas. Siempre dicen que es la primera vez... ¡pero se les ve la maestría! Están unas semanas sin dejarse ver por aquí, pero regresan".
Entre los objetos más robados se encuentran los licores. Desde el alcohólico que vive en la calle hasta el adolescente de buena familia. "Los mendigos prefieren el vino, mientras que los menores arrasan con los licores. Tienen dinero para comprar el vodka para el destornillador, pero no la edad suficiente. Así que intentan robarlo", indica.
A pesar de que el supermercado se encuentra en un buen barrio, no hay día en que Romero no atrape a un ladrón. En el Carrefour de la plaza Santos Juanes, entre los barrios de Atxuri, Bilbao La Vieja y Casco Viejo, uno de sus vigilantes es impasible a la crisis. "Aquí siempre hay trabajo a destajo", resume. "Alcohol, quesos, cremas y gente que roba comida porque la necesita. Vemos de todo, pero a todos se les nota el bulto debajo de la ropa".
Otro vigilante de seguridad de un Eroski de Bilbao afirma que trabaja "guiado por la intuición, pero no me enamoro de nadie". Es amable con los clientes e infalible con los manguis: atrapa entre dos y tres al día. No en vano, "estoy de juicios hasta arriba". "Cada vez, la situación está más tensa. Por orden de apresados, el colectivo magrebí es el más numeroso. Se llevan alcohol, pero jamás embutidos de cer*o, aunque su religión también les prohíbe beber... Le siguen los rumanos, gitanos e inmigrantes del este, que sienten predilección por los embutidos y los quesos. Finalmente, atrapamos a nacionales, que intentan llevarse sin pagar sardinas, anchoas y cremas". Otra vez, los caprichos. "A veces son mujeres muy guapas que me lanzan piropos para evitar la detención, pero como he dicho, no me enamoro de nadie. Al menos, de ninguna ladrona".
http://www.deia.com/2009/12/06/bizkaia/sucesos/robos-caprichosos