´Estoy vivo de milagro; no salí del furgón y eso me salvó del atentado de los Grapo´Manuel Espada, que declarará en el juicio que comienza mañana en la Audiencia Nacional, clama justicia por sus compañeros fallecidos: "Yo sigo aquí, pero ellos ya no están"
Manuel Espada, condecorado por Interior tras el atentado. / magar
MARTA FONTÁN | VIGO "Recordar todo otra vez va a ser muy duro". El único vigilante de seguridad que sobrevivió al brutal atentado terrorista de los Grapo a un furgón blindado de Prosegur ocurrido en Vigo en mayo del año 2000 se enfrenta a una difícil semana. Y es que casi diez años después de aquel fatídico atraco, Manuel Espada Pérez será uno de los testigos claves del juicio que comienza mañana en la Audiencia Nacional contra los siete acusados de una acción delictiva que conmocionó a la ciudad. Ante el tribunal, tendrá que recordar un asalto que le costó la vida a los dos compañeros que viajaban con él en el vehículo.
Un momento difícil que espera que al menos sirva para que se haga justicia, no tanto por él sino sobre todo por los fallecidos. "Yo me quedé dentro del furgón y eso fue lo que me salvó; estoy vivo de milagro", afirma a LA OPINIÓN A CORUÑA este profesional, en cuya hoja de servicios consta otro trágico episodio en el que volvió a esquivar a la muerte. Seis años antes del atentado de los Grapo logró reponerse a las nueve puñala- das que recibió en un sangriento atraco en una sucursal bancaria viguesa.
Aunque sabe que nunca podrá borrar de su mente el atentado ocurrido aquel fatídico día de mayo en plena carretera provincial de Vigo, Manuel Espada quiere intentar pasar página. Igual que su esposa, con la que tiene un hijo en común. "Lo hemos pasado muy mal y mi marido no va a olvidar en la vida lo ocurrido, porque es muy duro ver como matan a dos compañeros delante tuya", afirma esta mujer, que no ve "lógico" que el juicio se celebre después de casi diez años. "Después de tanto tiempo hay que volver a remover todo...; se tardó demasiado", opina.
A este vigilante de seguridad le cuesta hablar del asalto mortal. A algunas preguntas responde con un largo silencio. "Es muy duro, ahora prefiero no hablar de eso", dice. Los autores, que se enfrentan a penas que suman más de 900 años de cárcel, colocaron bombas lapas activadas por control remoto que hicieron frenar el furgón. Después iniciaron una "ensalada" de tiros -en palabras de los testigos- que acabaron con la vida de dos de los dos vigilantes que iban con Manuel en el transporte blindado, el conductor Gonzalo Torres Lage, al que le faltaban sólo dos años para jubilarse, y el copiloto Jesús Sobral, un joven de 31 años. Ambos salieron del vehículo y fallecieron víctimas de los disparos. Manuel Espada quedó dentro. Y eso le salvó la vida. "En el juicio tengo que declarar el martes -en la segunda sesión-, pero no sé qué podré decir, porque no vi nada", afirma este vecino de Vigo, que en el asalto resultó herido en un brazo, pero a su vez pudo repeler el ataque y herir a uno de los asaltantes. Meses después, fue condecorado por el Ministerio del Interior con motivo de la celebración del día de los Ángeles Custodios de la Policía Nacional.
Heridas psicológicas
Las heridas físicas de aquel atentado terrorista no fueron graves. Pero sí las psicológicas. No tuvo fuerzas para asistir al entierro de sus compañeros, durante meses permaneció a tratamiento psicológico y tardó casi un año en poder reincorporarse de nuevo a su trabajo. Pero pese al atentado de la Carretera Provincial y al atraco bancario en el que resultó gravemente herido, no se planteó dejar una profesión de vigilante de seguridad que continúa ejerciendo en la actualidad.
"Llevo toda la vida en esto, desde los 20 años, y es lo que me gusta; soy de los que piensa que si te tiene que pasar algo, te va a ocurrir igual", explica. Ahora, aguarda que en el juicio que arranca mañana se impongan las máximas penas posibles. "A los dos compañeros que iban conmigo los conocía bien; en Vigo no somos muchos empleados y teníamos un contacto especial", recuerda. Y es que Manuel sólo quiere justicia para ellos: "Yo estoy vivo, pero mis compañeros ya no están aquí".