La piratería índica, necesariamente evitable
El nuevo asalto por los piratas somalíes a un buque pesquero en aguas índicas, esta vez frente a las costas de Kenia, plantea la cuestión de si estos sucesos -que afectan a embarcaciones del más diverso tipo- son fatalmente inevitables. La respuesta ha de ser necesariamente negativa.
Por mucha que sea la complejidad de los factores concurrentes en esta afloración de una delincuencia de orígenes milenarios, ha de imponerse –sin sombra alguna de indebido voluntarismo– la convicción y la voluntad internacionales de que el mundo civilizado dispone de instrumentos adecuados para restablecer la seguridad en ese ámbito marítimo.
El acuerdo político europeo sobre el que reposan los dispositivos de la operación Atalanta ilustra la viabilidad de un proyecto internacional con la ambición suficiente para resolver el problema. Y por mucho que los resultados obtenidos hasta ahora sean limitados, no debería colegirse de ello que tengamos que resignarnos a convivir con esta delincuencia renunciando, por ejemplo, a faenar en esas aguas.
Más bien, lo que sugiere o invita esta recurrente realidad, visto lo obtenidos hasta ahora, es que es cuestión de empeño y de tiempo; del tiempo necesario para que se implemente por parte de todas las instancias concernidas el conjunto de las aportaciones necesarias.
Es asunto de muchos palos, lo cual significa que cada uno de ellos debe soportar su correspondiente vela. Desde las propias Naciones Unidas, a la hora de impulsar desarrollos muy específicos del Derecho Marítimo en cuanto a las obligaciones de aseguramiento por parte de los armadores en lo que se refiere a inversiones y gastos en protección armada, como es el caso de lo practicado por las naciones europeas más directamente interesadas en preservar la seguridad de sus flotas pesqueras: unas, con custodia militar, y otras, como España, por vía de la seguridad privada.
En ambos casos, lo que plantea la disuasión es un problema de costes económicos con los que necesariamente se ha de pechar. Y no sólo en lo que respecta a la pesca, también al transporte marítimo en general.
Otro flanco, que no resulta el menos importante, es el que se refiere a las condiciones de inseguridad política internacional que compendia el problema de la implosión estatal somalí. La ONU es también el marco adecuado para abordarlo. El sostén de la civilización es inseparable de la seguridad de los mares.
http://www.expansion.com/2010/03/12/opinion/1268427435.html