"Esto es una sangría para Barcelona"Empleados y usuarios denuncian la impunidad que impera en el metro
Casi cuatro millones de viajeros al año se cuelan
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Cinco personas se cuelan de maneras distintas en la estación de Passeig de Gràcia, en imágenes tomadas en sólo 30 minutos.- JOAN SÁNCHEZ
El vigilante de seguridad se coloca de manera estratégica detrás de una columna. Desde allí consigue ver, sin ser visto, a los pasajeros que entran y salen de la estación de Jaume I. Aun así, durante su paseo reglamentario por el andén en busca de carteristas, dos chicas se cuelan saltando los tornos. "No podemos pillarlos a todos", se resigna el agente, un vigilante veterano que pide el anonimato (su empresa no le deja hablar con la prensa). "Esto es una sangría para el Metro y para Barcelona, añade".
EL PAÍS, que durante tres días ha seguido en varias franjas horarias a 5.000 viajeros en siete paradas distintas (Jaume I, Passeig de Gràcia, Universitat, Plaça de Sants, Vilapicina, Verdaguer y Sagrada Família) observó que se colaron 216 (el 4,32%). La red de metro tiene 125 estaciones, un millar de accesos y tuvo 361,6 millones de usuarios en 2009, por lo que la muestra de 5.000 usuarios no permite realizar estimaciones fiables del fraude total. Los datos recogidos cambian notablemente entre estaciones y según los horarios. Pero sí demuestran que el fraude es un hecho común y fácilmente observable en cualquier boca de metro, mucho más que el 1,1% que reflejan los datos oficiales de la Autoridad Metropolitana del Transporte (ATM).
Franqueando los tornos por arriba y por abajo, entrando por las puertas reservadas para la salida, pasando detrás de otro pasajero que sí marca el abono o viajando con la tarjeta de jubilados cuando todavía no se han cumplido los 65 años son algunas de las formas de colarse más utilizadas por los 3,9 millones de usuarios que viajan cada año sin billete en el metro, según la estimación que la ATM obtiene al calcular el porcentaje de los que no llevan billete (o lo llevan inadecuado) sobre el total de viajeros requeridos por los revisores.
Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) trata de poner freno al fraude empapelando la mayoría de estaciones con carteles provocadores que rezan: "¿Te crees muy listo? Tú mismo", seguido de una retahíla de advertencias, consecuencias y castigos por viajar sin billete.
"Pues sí, soy muy listo. Si no veo seguratas, me cuelo. Lo llevo haciendo muchos años y me han pillado dos veces, así que me sale bastante a cuenta", confiesa un joven tras burlar los tornos de la parada de Jaume I.
Los vigilantes de seguridad hacen lo que pueden, pero no dan abasto. "Si nos ven, puede que los que pretenden colarse desistan, pero de todos modos, estamos desbordados. A la que me despisto un rato, se pueden colar 10", reconoce otro agente, que admite estar más pendiente de los carteristas que del fraude."Controlar a los que se cuelan", dice un agente de estación, "es tarea de los revisores", que hacen controles en grupos de cinco o seis para evitar que los viajeros a los que se reclama el billete respondan de modo violento.
El problema es que sólo hay 59 para las 125 estaciones que tiene la red. "La gente se cuela porque lo ve fácil, no porque no tenga dinero", afirma Estel Mas, de 45 años, usuaria en paro que dice abonar siempre su billete. Como el joven Ferran Ramoneda, que, aunque paga, opina que el transporte público "debería ser gratis". El precio del billete, demasiado alto para algunos -el billete sencillo cuesta 1,40 euros y la tarjeta de 10 viajes, 7,85-, es precisamente es la justificación más habitual que dan los incívicos para defender lo que hacen. Otros, sin embargo, dejaron de comprar el billete hartos de ver tanta gente colándose a su lado con impunidad total. "Es que al final me siento tonta", explica una mujer después de atravesar las puertas de la estación de Vilapicina detrás de otro usuario.
Algunos han decidido echarle ironía a la impotencia. Ángel Sáenz, un jubilado de Iberia de 67 años que se disponía a validar junto a su hija Victoria el billete en la estación de Fabra i Puig, vio hace unos meses como cuatro jóvenes de estética skin que iban con un perro sin atar se saltaban los tornos. A sólo cuatro metros, un empleado del metro hizo ver que no se había enterado. "Entonces mi padre decidió colarse también", recuerda Victoria. "Me quedé de piedra. Nunca le había visto hacer algo así". El mismo empleado, que había permanecido mudo hasta entonces, decidió intervenir: "¡Oiga, que tiene que pagar!", gritó. Victoria aún se ríe cuando recuerda lo que dijo su padre: "¡No, hombre, si yo voy con los del perro!' El del metro se quedó tan pasmado que no dijo nada".
Cuando los vigiliantes ven a alquien que trata de colarse, lo invitan a comprar el billete y sólo lo sancionan "si se niega a pagar". Los viajeros sorprendidos en el vagón o los pasillos sin billete sí son penalizados con entre 50 y 600 euros. Otro vigilante cuenta que, a veces, hacen la vista gorda. El sábado compartió servicio con un inspector que se ablandó ante dos mujeres que se estaban colando. "Le dijeron que no tenían dinero, que sus pensiones no daban para más, y finalmente las dejó pasar".
http://www.elpais.com/articulo/cataluna/sangria/Barcelona/elpepiespcat/20100324elpcat_2/Tes