• Un vídeo muestra cómo los productos destinados a la zona comercial no pasan por ningún escáner
• Personal del aeropuerto afirma que no se aplican a las mercancías los controles que fija la normativa
MANUEL VILASERÓ
MADRID
¿Se imaginan a un pasajero cargado con cajas enteras de coca-cola y agua mineral pasando por un control del aeropuerto sin que el vigilante le pare los pies en seco? Pues eso es lo que puede contemplarse en un vídeo grabado por un empleado del aeropuerto de El Prat en la zona de entrada de los productos de las tiendas de las terminales. Un carro repleto de mercancías no pasa por ningún escáner, pese a que la normativa de seguridad lo exige de modo taxativo.
El máximo responsable de los controles del aeropuerto negó que esta sea una situación habitual, pero varios empleados y personal de las compañías consultados aseguran haber sido con frecuencia testigos de escenas como la descrita. El rigor con que se registra a los pasajeros contrasta con la laxitud hacia lo que se vende en los comercios, aseguran.
El vídeo fue remitido por un empleado del aeropuerto a David Raya, el vecino de L'Hospitalet de Llobregat enfermo de fibrosis quística y diabetes que llevó al Parlamento Europeo su queja por la dificultades que encontraba en los aeropuertos para viajar con sus medicamentos. El trabajador quiere, por razones obvias (utiliza a diario el control que ha grabado), permanecer en el anonimato, pero Raya ha remitido a este diario las imágenes y todos los datos facilitados por el informante.
SALIDA DEL MONTACARGAS
La grabación se llevó cabo en la salida del montacargas de la terminal B que se usa para introducir las mercancías destinadas a las tiendas, bares y restaurantes del interior del aeropuerto. Por allí entran incluso los coches que a veces están en exposición en el aeropuerto. Como se puede observar, del ascensor sale un carro cargado de productos que no son ni escaneados ni controlados visualmente por los agentes de la Guardia Civil.
A la izquierda de la imagen se encuentra la máquina de escáner por la que en ningún momento pasa el carro de mercancías. Al lado está el arco de seguridad por el que sí pasa la chica que tira del carro, tras dejarlo abandonado unos instantes. En ese momento, se identifica ante el guardia civil (que no se ve en el vídeo, al hallarse tras las máquinas). La trabajadora sale posteriormente a través de la puerta de cristal corredera hacia el interior del aeropuerto.
El mismo puesto de control es utilizado por las tripulaciones de las compañías aéreas y por el personal del aeropuerto para pasar desde la zona pública a la zona restringida. Ellos sufren los mismos sinsabores que los pasajeros --no pueden pasar ni un bocadillo de queso--, pero a menudo son testigos de la "manga ancha" que se aplica con las tiendas.
Por las mismas razones que el autor de la grabación, las personas consultadas prefieren permanecer en el anonimato, salvo el presidente de la Asociación de Usuarios del Transporte Aéreo (Asetra), Ignacio Rubio del Pino. Él ha cruzado a menudo por ese punto y asegura que la situación se da con cierta frecuencia, pero no solo en El Prat, sino en otros aeropuertos europeos. "Se aprueban medidas de seguridad exageradas y absurdas, que luego son difíciles de cumplir. Imagínese escanear todos los productos que se venden y consumen en el aeropuerto".
Rubio denuncia, y en eso coincide con el autor del vídeo, que ni los vigilantes de seguridad ni los guardias civiles suelen someterse a los controles cuando acceden al turno pese a estar obligados igual que cualquier pasajero. "Como el sitio es discreto, las normas tienden a relajarse", razona el dirigente de Asetra.
David Raya opina que "con las imágenes queda patente que las medidas de seguridad no se las creen ni las propias autoridades. Quieren dar una falsa sensación de seguridad y, mientras a las personas nos tratan como auténticos terroristas en potencia, los negocios tienen carta blanca. Si este país fuese serio, este tipo de pruebas deberían tener alguna repercusión en el plano político", añadió el hombre que se ha convertido en el punto de referencia de los enfermos que sufren todo tipo de trabas para llevar sus imprescindibles medicinas en el equipaje de mano.
LA CREMA HIDRATANTE
Las imágenes parecen dar la razón de manera definitiva a quienes denuncian el absurdo de quitar cortauñas, raquetas de tenis o botellines de agua en los controles cuando, una vez superados estos, se pueden adquirir todo tipo de productos reconvertibles en armas mucho más peligrosas. Sin hablar de los cuchillos de los restaurantes o los que reparten algunas aerolíneas a los pasajeros con el catering de primera clase. ¿Podía ir repleto de dinamita el carro que protagoniza el vídeo? Sin duda. Pero para los agentes son más peligrosos los botes de crema hidratante.
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