Sudáfrica: ¿Preparada para garantizar la seguridad en el Mundial?Obreros trabajando en la construcción de un nuevo estadio en Sudáfrica. | Efe
"Un niño es asesinado cada tres días". "¿Sabes quién me ha asesinado?". "Salvó la vida tras lanzarse por la ventana". Todos son titulares de primera página de periódicos sudafricanos. El paisaje urbano repite los mismos titulares, aunque no necesita palabras: casas con alambradas electrificadas; calles completamente vacías por la noche si se pasea fuera de las zonas de bares; policías deteniendo a miembros de seguridad "privada".
¿Es tan peligrosa Sudáfrica como parece o hay una especie de obsesión por parte de la acomodada clase blanca que se siente amenazada por la pobreza negra con la que convive? En la calle, se sea negro o blanco, la respuesta mayoritaria es contundente: cuando cae la noche el riesgo es real y tiene forma de machete o pistola. Sin embargo, el Gobierno sudafricano está trabajando por mejorar la situación: empieza a haber más agentes en las calles y se está empezando a sacar a la prostitución fuera de los centros urbanos. Se notan ya algunos avances.
¿Será Sudáfrica segura durante el Mundial? "El Gobierno es responsable de la seguridad y hemos recibido las garantías adecuadas en este sentido, así que no cabe ninguna duda al respecto. Tendremos un festival maravilloso en Sudáfrica", declaró recientemente el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, sabedor de que este punto es el Talón de Aquiles de la sede. En los próximos meses parece, por tanto, que el escenario va a cambiar radicalmente a positivo, pero queda mucho trabajo por hacer; hoy el país es aún un destino complicado para el visitante que pretenda saltarse las normas no escritas, las que dicen que "no hay que darles facilidades a los malos".
La obsesión por la seguridad
Muchos periódicos sudafricanos dedican cada día sus primeras planas a noticias sobre sucesos. En el Cape Argus de Ciudad del Cabo se puede ver su enorme página de portada la foto de nueve niños negros. Encima, sobre sus cabezas, este titular: "Un niño cada tres días". Desde enero de 2009 a enero de 2010 esa es la cifra de menores muertos en la provincia de Western Cape. Bajo la foto de cada niño una espeluznante historia. Todos fueron violados y asesinados. Muchas veces sus cuerpos fueron encontrados por la Policía entre arbustos de alguna perdida carretera. Sus edades oscilan entre los 18 meses y los 15 años.
Otra terrible historia que circula estos días por Sudáfrica se encuentra en Internet. "¿Sabes quién me ha asesinado?", dice un email que se ha enviado masivamente. Bajo la pregunta se encuentra la imagen de Anika Smit, una joven blanca de 17 años. A su derecha se relata que el 10 de marzo, en su casa de Theresa Park, en Pretoria, fue apuñalada y violada repetidamente. También especifica el email que le cortaron las manos y las hicieron desaparecer. Su familia, aún en estado de shock, intenta encontrar pistas para hallar al culpable.
La lista de casos singulares es interminable. La seguridad forma parte del lenguaje de este país. Se vive bajo reglas que te eviten situaciones de riesgo.
Se llega, para el que no es de aquí, hasta límites paranoicos. Aparcar a más de dos manzanas, literal, del lugar donde se ha quedado a cenar supone un ataque de pánico para algunos sudafricanos de clase media o alta. Los, quizá, escasos 200 metros que separan su coche del local se convierten, para ellos, en una arriesgada travesía nocturna. "Yo llamo a mis amigos para que me acompañen", explica Jann, una mujer nacida en Johannesburgo y que vino a vivir Cape Town hace 20 años. "Esta ciudad es más segura", dice orgullosa de su decisión. "¿Tan segura que no se puede andar 200 metros sola por la noche?". "Es Sudáfrica, no Europa", responde.
Un disparo en la cabeza por el coche
Anne es una culta zimbauesa, blanca, de mediana edad, que vive en Ciudad del Cabo desde hace 20 años. Forma parte de esa élite que se siente amenazada por su dinero y por el delator color de su piel. Interviene en una conversación sobre la vida en la ciudad. "¿Tan insegura es?", le preguntan.
"Para que lo entendáis, una amiga estaba con su marido en casa. De repente, él sintió que sufría un ataque al corazón. Ella sacó su coche y fueron al hospital. Tras verle los médicos decidieron dejarle ingresado. En el hospital le dijeron a mi amiga que volviera a su casa. Aparcó su coche, de noche, en la puerta de su vivienda. Fue lo último que hizo, le dispararon directamente en la cabeza. Lo hicieron sólo por robarle el coche, ni siquiera entraron en la casa. El marido se enteró en el hospital y se arrancó todos los cables del cuerpo para poder ver el cadáver de su esposa tirado en el suelo", explica Ann.
"Es dura la historia, pero pasa en todos los lugares del mundo", replican los oyentes. "Aquí más, creedme. Tengo amigos en la Policía que me dicen que ni siquiera se hace público todo lo que está pasando. Sólo os he puesto un ejemplo".
Tras terminar la comida, Anne se levanta de la mesa y pide que alguien le acompañe a su trabajo, a menos de un kilómetro del restaurante. Son las cuatro de la tarde. El barrio en el que Ann se siente insegura es el distrito 6 de Ciudad del Cabo, símbolo de la multiculturalidad y tolerancia en los tiempos del apartheid. Le acompaña una chica brasileña, joven, que vuelve tranquilamente sola unos minutos después.
Los españoles que vengan a Sudáfrica por el Mundial se encontrarán esta realidad: por un lado la obsesión constante por la seguridad; por otro, gente encantadora acostumbrada al intercambio cultural. La misma gente de la calle ofrece trucos para evitar situaciones desagradables: no hay que andar solo por la noche; siempre hay que ir por grandes avenidas; tienes que llevar una pequeña cartera con menos dinero en un bolsillo y escondido el resto en otro lado; hay que coger taxis por la noche...
Washington, un simpático taxista negro, lo resume así. "No puedes jugarte la vida en las calles andando por la noche", dice. "A ti te viene genial el consejo, tienes más clientes". Se ríe. "Lo más importante es no ir con miedo. Ellos notan que tienes miedo. Muchas veces los ladrones son chicos muy jóvenes que viven en la calle. Tienen hambre, pero sólo van a por los débiles", concluye.
La misma inseguridad que en otros países
Lo curioso es que la imagen de la bellísima Ciudad del Cabo, su fisonomía, es la de una muy 'pija' ciudad occidental (por supuesto hablamos de la parte blanca. Alrededor de ella hay cientos de miles de personas viviendo en guetos de absoluta pobreza).
El mismo escenario, menos bonito, encontramos en ciudades como Johanesburgo, Pretoria o Durban. Apabullante miseria y una acomodada y no escasa clase media viven de la mano. Es imposible venir aquí y no cruzar a ambos lados de la frontera en algún momento. Es aconsejable hacerlo para quitarse miedos. El riesgo parece equivalente al de otros lugares del planeta donde se pasa hambre.
Las precauciones, también parecen las mismas. ¿Cuál es la diferencia entonces? Quizá que aquí, hasta hace 15 años, la clase blanca acomodada vivía confortablemente. La represión impedía los mordiscos del hambre. Ahora, que sienten los dientes en sus carnes, se pone demasiado énfasis en el riesgo. No están tan acostumbrados como en otros países a convivir con él.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/21/internacional/1269198474.html