Hay una brigada de CSI en el cementerio de la Almudena. Son siete. Todos hombres maduros. Cinco patrullan durante el día y otros dos por la noche. Estos últimos siempre juntos, siempre en pareja, "por si acaso". Su trabajo, a diferencia del de los forenses de la serie americana (CSI: Crime Scene Investigation) que tratan de dilucidar los crímenes cometidos en Las Vegas, consiste sólo en proteger a los cinco millones de muertos inhumados en esta gran necrópolis a lo largo de su centenaria historia (surgió en 1884).
La CSI española se traduce como Compañía de Seguridad Intermediterránea, y son algo así como Los hombres de Paco del cementerio. Llevan una media de entre 10 y 20 años trabajando entre lápidas y sepulturas. Son hombres curados de espanto, para los que sólo hay una explicación a los sonidos y movimientos del camposanto: "Los vivos, ya sean humanos o animales, porque aquí hay muchos búhos y gatos". Ellos, sin embargo, han oído y contado las leyendas que se ciernen sobre esta gigantesca necrópolis que ocupa 120 hectáreas en el distrito de Ciudad Lineal. Historias que afloran siempre cuando se acerca el Día de Todos los Santos, el Halloween americano (de la expresión inglesa All Hallow's Eve).
Cuentan que cuentan que en el último viaje del autobús 110, el que roza ya la media noche, se enciende sola la luz de parada cuando llega al cementerio de la Almudena, sin que nadie apriete el botón. "Es el bus de la EMT (Empresa Municipal de Transportes) que va de la plaza de Manuel Becerra a La Almudena, y que entra y atraviesa el cementerio". Se supone que esa es la parada de las ánimas.
Dicen que dicen que quien escuche la trompeta de Fausto, el ángel de piedra que corona la cúpula de la capilla con ese instrumento entre las piernas, es que tiene un mal fario. "Vamos que se va a morir él o alguien de su familia o alguien cercano", dice el vigilante, que asegura no haberla escuchado nunca y espera no hacerlo.
Narran que narran que muchos han visto de noche "esas luces mortecinas de color borroso azulado, rojizo, verdoso o amarillento que aparecen flotando en el aire", los llamados fuegos fatuos, cuya explicación científica tiene más que ver con una reacción química debida a la putrefacción de los organismos vivos. "Yo nunca las he visto, y lo he intentado", asegura el vigilante. Pero puede que de ahí venga también otra de las leyendas. Una que cuenta que algunos vecinos de la zona han visto como llamaradas desde sus casas por la noche. Una noche que en el gigantesco cementerio de la Almudena es sumamente cerrada porque no hay nada de alumbrado.
Pero estos Hombres de Paco de la necrópolis, que se visten y se desvisten en un edificio aledaño a un crematorio abandonado, son unos descreídos y parecen vivir cansados de su propia eficacia, "porque", dicen, "aquí casi nunca pasa nada". Casi.
"Hace unos cinco años llegó un tipo y se voló la cabeza frente a la sepultura de su mujer, que había fallecido recientemente"; "Ahí estaba el pozo en el que, un mendigo que dormía en el cementerio, echaba los cadáveres degollados de sus víctimas: también mendigos"; "Hace ocho años profanaron una serie de tumbas y desparramaron los restos humanos, pero luego se descubrió que aquel macabro ritual formaba parte de un juego de rol"; "Siempre hay alguien que se queda encerrado dentro del cementerio porque se pasa de la hora de cierre (las 19.30 en verano y las 19.00 en invierno)".
Y ayer mismo le robaron el bolso a una señora mientras limpiaba una lápida: "Claro, lo descuidan mientras van a por agua o cambian las flores y pasa uno...". ¿Misterios? Ninguno, salvo la identidad del supuesto ladrón, del que ayer nada se supo. Y para de contar.
Las historias normales de este cementerio, que celebra de nuevo hoy el Día de Todos los Santos plagándose de los colores de cientos de flores, tienen más que ver con sus visitantes. Con "los góticos que vienen a pasear por la parte vieja". Una zona, al noreste del cementerio, tan decadente como maravillosa. Un lugar carcomido por el abandono, un sitio del que parecieran haberse escapado todos los muertos porque las tumbas están abiertas, resquebrajadas o rotas en mil pedazos. "Son los familiares quienes deben cuidarlas, si quieren... al menos hasta que se cumplan los 99 años de concesión y la dirección del cementerio les plantee otra cosa", explica el vigilante, mientras señala las zonas que se encuentran en rehabilitación.
Otro prototipo de visitante son las parejas que buscan un lugar tranquilo para entregarse al deseo: "Normalmente dentro de los coches", aclara el vigilante. También están los ancianos perdidos, que no encuentran entre tanta calle y camino de sepulturas la lápida que buscan. O los latinoamericanos que celebran Halloween dándose a la bebida con su difunto. Los que acuden disfrazados para la ocasión no cruzan las puertas del camposanto: "Se quedan a la entrada", aseguran.
Historias, cuentos o fábulas de un cementerio de La Almudena lleno de leyendas. Aquí reposan el alcalde Enrique Tierno Galván y Dolores Ibárruri (Pasionaria), los escritores Benito Pérez Galdós y Vicente Alexandre, pasando por los cantantes Enrique Urquijo o Antonio Flores. Pero la más visitada es ella: la Lola.
http://www.elpais.com/articulo/madrid/CSI/cementerio/Almudena/elpepuespmad/20081101elpmad_10/Tes