Robar para vivir
Personas que le roban la tarjeta a la vecina de su propio buzón para comprar los libros del colegio de su hijo o matrimonios en paro que se llevan alimentos del supermercado. Los juzgados de la capital se llenan de juicios de faltas por los hurtos famélicos
|PEDRO GUERRA| Cuando vio en el buzón de su vecina una carta con una nueva tarjeta de compra de un establecimiento comercial la necesidad se apoderó de ella. Se metió la tarjeta en el bolso y al día siguiente compró los libros de sus dos hijos, estudiantes de Primaria. Por eso, cuando la policía se presentó en su casa, ya sabía para lo que era. Hace sólo un mes, esta mujer, vecina de la capital y que ronda los cincuenta años, fue condenada por dos faltas de hurto en un juzgado de instrucción de Las Palmas de Gran Canaria.
Navidad de 2009. Una mujer de poco más de treinta años de edad entretiene a la cajera de un supermercado mientras su marido, armado con un carrito de la compra, trata de huir con un jamón en su interior en dirección al aparcamiento: "Era para regalárselo a mis padres", declaró ante el juez. También en un supermercado, otra mujer, separada y con dos hijos, pretende escapar con el bolso bien cerrado. En su interior había un paquete de leche y embutidos de toda clase: "No tengo trabajo", dijo en el juicio de faltas al que fue sometida. Con la crisis en ebullición total, los hurtos de este tipo han disparado las estadísticas de los juicios de faltas en la capital grancanaria en los dos últimos años, con un aumento del treinta por ciento. Es la gente que roba para vivir.
"En algunos casos da mucha pena", asegura Victoria Rosell, magistrada del Juzgado de Instrucción número 8 de Las Palmas de Gran Canaria. "En una semana de guardia de faltas se pueden ver dos o tres casos de este tipo cada día; unos quince por semana", asegura Rosell, acostumbrada a celebrar juicios de faltas por lo que se denominan robos famélicos, esto es, no sólo gente que roba para comer, sino en algunos casos también para subsistir.
Victoria Rosell recuerda el caso de una mujer que fue juzgada por robar un vestido en unos grandes almacenes: "Declaró que era para ella pero lo cierto es que la prenda era de la talla XS. Evidentemente era para su hija", afirma la magistrada.
Otro caso singular que fue juzgado en la capital grancanaria tuvo lugar también en unos grandes almacenes. Una pareja de jóvenes huye a paso militar en dirección a la salida cuando, al pasar por el detector, suena la alarma. Los vigilantes de seguridad van tras ellos y, en el bolso de la mujer, un muñeco de Spiderman valorado en ochenta euros y un juguete de niña bastante más barato se hacen un hueco. La pareja tiene dos hijos pequeños, un niño y una niña, y fue condenada por una falta de hurto.
Como estos se celebran decenas de juicios cada mes en la capital grancanaria. "Y hay que tener en cuenta que muchos consiguen ejecutar el robo y en otros casos los establecimientos deciden no presentar denuncia", puntualiza Rosell.
José Antonio Díez es fiscal de instrucción en los juzgados de la capital y, al igual que la magistrada Victoria Rosell, celebra juicios de faltas a menudo: "Los robos en supermercados han subido considerablemente", asegura. "Antes en los supermercados, básicamente, se robaba alcohol; ahora se roban alimentos", afirma desde la experiencia de vivir asuntos por hurtos de cerca. "He visto casos de robo de bandejas de pollo y multitud de alimentos. En navidades es habitual el robo de jamón", explica el fiscal mientras prepara un juicio con jurado popular que se inicia mañana lunes en la Audiencia Provincial de Las Palmas y se percata de un detalle de relevancia: "La gran mayoría de las personas que están seleccionadas para el jurado están en paro, y eso que se trata de ciudadanos escogidos aleatoriamente".
Vivir como representante del Ministerio Fiscal juicios de este tipo es muy complicado, según explica Díez: "Hay que tener en cuenta que hay gente que, a pesar de tener una situación económica complicada, se esfuerza por vivir legalmente y no recurre al robo. Pero hemos visto en los juzgados casos de gente que roba comida para los niños, que se ha quedado en paro. Todo va en paralelo a la situación de crisis que vivimos", reflexiona el fiscal.
Otro caso real vivido en la capital grancanaria tiene como elementos a una señora, de cerca de sesenta años, y una peluquería. En un despiste de las peluqueras, la señora abrió el bolso y metió en su interior varios tintes del pelo. El asunto acabó igualmente en el juzgado. Y recientemente, en un centro comercial de la ciudad, el vigilante de seguridad intercepta a una joven de 23 años tras recibir un aviso de robo desde una de las tiendas del establecimiento. Cuando el vigilante obliga a la joven a abrir el bolso que lleva, en su interior se camuflan unos zapatos sin envolver, con el precinto de seguridad puesto y en medio de un revestimiento de platina, utilizado para burlar las alarmas de seguridad. "Cada semana en el juzgado tenemos que mandar a destruir bolsos fabricados para el robo", apunta Victoria Rosell. La crisis aprieta y la supervivencia se impone.
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