ABC. SÁBADO 31 DE DICIEMBRE DE 1983. PAG. 42
SUCESOS
Dolor e indignación en Tomares por la muerte de Ángel Donat
Una silenciosa multitud acompañó ayer tarde al féretro que contenía los restos mortales de Ángel Donat Coca, el joven vigilante Jurado que falleció en la unidad de cuidados intensivos del Centro de Traumatología, a consecuencia de las heridas sufridas en la noche del lunes en la carretera de Su Eminencia. Las escenas de dolor e indignación se repitieron d u r a n t e el sepelio, dolor muchas veces incontenible, sobre todo en el momento en el que el féretro era introduoido en el nicho en presencia del padre de la victima —en el centro de la primera fotografía— y varios familiares. El cuerpo sin vida del vigilante jurado fue transportado a hombros de sus compañeros desde la iglesia de Nuestra Señora de Belén al cementerio de Tomares, siendo acompañado por cientos de vecinos de la localidad aljarafeña, que mostraban asi su repulsa por esta trágica muerte.
Para esclarecer si fue crimen o accidente de tráfico la Policía busca a las personas que recogieron al vigilante juradoA las seis de la tarde de ayer, en el cementerio de Tomares, recibían cristiana sepultura Ángel José Donat Coca, el vigilante jurado que fallecía en la tarde del pasado miércoles a consecuencia de las heridas sufridas en una posible agresión ocurrida en la noche del lunes en la carretera de Su Eminencia. (Ver A B C de ayer,página 38). Mientras tanto, la Policía intenta localizar a las personas que lo recogieron con el fin de esclarecer los hechos que rodearon a esta tragedia.
La incógnita más absoluta, el misterio más profundo rodea aún la muerte del joven Ángel José Donat Coca, el vigilante jurado de veintiocho años que era encontrado en la noche del lunes en la carretera de Su Eminencia con numerosas heridas en todo el cuerpo que le acarreaban la muerte cuarenta horas después en la Unidad de Cuidados Intensivos del Centro de Traumatología. Mientras entre sus compañeros cobra cada vez más fuerza la teoría de un salvaje apaleamiento, bien en venganza, bien para quitarle el revólver que portaba, la Policía sevillana mantiene aún sus reservas y deja entrever que la causa de las heridas pudiese haber sido un trágico e infortunado accidente.
La laguna que suponen esos quince minutos transcurridos entre las diez y media de la noche —hora en que Ángel salió de su empresa con destino a la fábrica en la que trabajaba— y las once menos cuarto —hora en que su cuerpo herido fue encontrado en la calle Ingeniero La Cierva, es la clave para esclarecer la muerte del vigilante jurado. No hay testigos presenciales de los hechos.
NOTA POLICIAL—La Jefatura Superior de Policía facilitaba ayer una nota que decía: «En relación con los hechos acaecidos en la carretera de Su Eminencia de esta ciudad, en la que un vigilante jurado de seguridad fue asistido por tres personas, dos hombres y una mujer, uno de ellos con uniforme militar, quienes requirieron el auxilio de un taxi para que trasladase al herido a un centro sanitario, se ruega se personen en la Jefatura Superior de Policía, a fin de que narren los hechos que hubieren observado, para el esclarecimiento de los mismos.
Serán atendidos en la Brigada Regional de Policía Judicial —Grupo IV— pudiendo hacerlo a cualquier hora del día o de la noche».
LA INCÓGNITA DE LA PISTOLA.—Sin embargo, tanto el revólver con las esposas han desaparecido —«cuando interrogamos al taxista —afirma la Policía manifestó que él creía haber visto que el herido portaba el revólver, ahora bien, quizás al ser trasladado con rapidez, en cualquier momento pudo perderla, Incluso en el golpe sufrido en el accidente».
La autopsia, realizada en la mañana de ayer, es la única que puede aclarar si la causa de la muerte de Ángel Donat fue un accidente o una brutal paliza. Los resultados de la misma no se han hecho públicos.
TOMARES: ESCENA DE DOLOR.—A las cinco de la tarde de ayer, en la iglesia de Nuestra Señora de Belén, en Tomares, abarrotada de vecinos y compañeros de la víctima, se oficiaba la misa de «córpore insepulto» por el alma de Ángel José Donat Coca. Una silenciosa multitud acompañó al féretro, que fue llevado a hombros de vigilantes jurados de la empresa Ronda 3-Galafer a la que pertenecía la víctima, al cementerio de la localidad aljarafeña, donde recibió cristiana sepultura.