Próxima estación, hurto (2)
Los carteristas sorprendidos por EL PERIÓDICO vuelven a ser detenidos por los mismos policías
Tras quedar libres a los 90 minutos, intentaron un nuevo robo y un vigilante los expulsó del metro
Parece un juego de niños o «el del gato y el ratón», a ojos de un policía secreto. El grupo de gitanos rumanos que fueron capturados in fraganti mientras robaban a unos jóvenes turistas en la estación de Diagonal el 28 de junio pasado, cuyas fotografías publicó ayer EL PERIÓDICO, volvían ayer a la comisaría de la plaza de Catalunya por otro robo, de la mano de los mismos policías secretos que ya los habían detenido en aquella ocasión. Ayer entraban a la comisaría de los Mossos detrás de los tres turistas coreanos a quienes acababan de robar un monedero.
Tras entrar al metro sin pagar, un vigilante los expulsa.
Hora y media después de su detención, los carteristas vuelven.
Los coreanos ni se dieron cuenta del hurto, solo fueron empujados en el andén de la estación de Passeig de Gràcia. A los pocos minutos, la policía secreta les informó de que habían sido víctimas de un robo, les devolvieron el monedero y les pidieron que denunciaran el delito.
La pareja de mossos, un hombre y una mujer, ya conocen de sobra a la mayoría de carteristas. Cuando se percataron de la presencia del grupo, se escondieron para esperar que actuaran. La afectada, Moon Jeong, de 19 años, había leído en internet que los lugares turísticos de Barcelona congregaban carteristas, pero nunca se imaginó que pudieran robar tan rápido, en un pestañeo.
BREVE VISITA / Los detenidos permanecieron una hora y media en comisaría y al salir recibieron una citación para ir a juicio. Tras ser liberados, regresaron. «¿Nos podrías dar la documentación que no nos la han devuelto?», pidió uno de ellos a un agente. De inmediato, el grupo se dirigió de nuevo hacia el paseo de Gràcia, entraron brevemente en la tienda Adidas, fumaron unos cigarros, revisaron sus mensajes de móvil y se dirigieron a la misma estación de metro donde habían sido capturados hacía menos de dos horas. Al bajar las escaleras, dos de los hombres del grupo se colocaron justo detrás de una pareja de turistas, pero no terminaron cometiendo el robo.
Al llegar al vestíbulo, pasaron frente a más de una decena de revisores del metro y se colaron uno a uno por una de las puertas de salida. Los revisores continuaron su conversación. Al bajar las escaleras, un vigilante de seguridad privado ordenó al grupo retroceder y comprar los billetes. Unos intentaron huir pero otros aguardaron. Al final, la insistencia del trabajador logró disuadir a los jóvenes y salieron. El último se encaró hacia la cámara «¿Perché mi fai fotos?» («¿Por qué me haces fotos?», en italiano).
Los policías tienen la certeza de que volverán. Seguramente el grupo también y muchos de los que se encuentran con policías de paisano en el metro tienen una reacción espontánea: sacan su identificación antes de que se la pidan. Ellos también quieren ahorrar tiempo. Ya se conocen el procedimiento. Su detención no es más que una pausa burocrática en su jornada laboral. A la mayoría les llegará una multa aunque en los últimos juicios ya se están dictando sentencias más contundentes de entre 7 y 10 días de prisión.
COLAS PARA DENUNCIAR / En la comisaría de la plaza de de Catalunya, la que más concentra denuncias por robos, dos traductoras no dan abasto. «Hacemos como unas 70 denuncias al día», cuenta una de las trabajadoras. Abundan los asiáticos pero llegan víctimas de cualquier país. «Espero desde hace una hora y cuarto. Me quitaron la cartera del bolsillo en Urquinaona. Yo sentí algo, pero como había tanta gente, no le di importancia», relata Piero Rodrígues, turista brasileño residente en Londres. Nunca le habían robado ni en Reino Unido ni en Brasil. «No me voy a amargar las vacaciones por esto. Solo se llevaron 10 libras. Estaré más pendiente ¿Cuál es el metro para ir a la playa?», remata.
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