«Comida, sí; dinero, no» A la vez que llena su estómago, engorda su historial delictivo. De hecho, este año suma ya quince detenciones y, en total, lo han arrestado hasta en 25 ocasiones. Conocido por negarse a abonar sus consumiciones en bares y restaurantes, este hombre, de 53 años, nacionalidad polaca y vecino de Gijón aunque sin residencia conocida, se ha convertido en un veterano del «simpa», término coloquial con el que se conoce al hecho de irse sin pagar de un establecimiento.
Le gusta acompañar sus comidas de cerveza o vino. De hecho, su último arresto lo efectuó la Policía Nacional la semana pasada al percatarse el vigilante de seguridad de un supermercado de que se marchaba con dos botellas de tinto escondidas entre sus prendas de abrigo. Pero, una vez más, quedó en libertad con cargos tras declarar ante el juez de guardia.
Su cara es más que conocida en varios locales hosteleros de la ciudad, que se han visto sorprendidos por la depurada, que no exenta de descaro, técnica de «simpa» de este ciudadano polaco, habitual del parque de la plaza de Europa. Según afirman los que han sufrido sus descaradas e ilegales argucias, se presenta educadamente y por su aspecto «no da la impresión de que la vaya a liar».
Con estas credenciales, de hombre con acento extranjero y de refinadas maneras, acudió hace meses a un local de la calle Uría. Se sentó, llamó al camarero y pidió un plato combinado y vino. Siempre con un «por favor» de por medio. No había motivos para sospechar de él.
La sorpresa llegó al final de la comida. El hombre de acento foráneo, saltándose el café y el postre, pidió la cuenta. Al entregársela, el trabajador del restaurante se quedó boquiabierto. «No tengo dinero», le soltó con toda la tranquilidad del mundo. Lógicamente, los camareros le advirtieron entonces de que iban a llamar a la Policía. Él seguía sin inmutarse, fruto de su vasta experiencia en hacer frente a las detenciones. De hecho, les espetó un «me da igual» a los trabajadores del local.
«Sólo se alteró un poco cuando llegaron los agentes», cuenta un testigo de la historia, que asegura que «apenas tenía documentos para identificarse». De poco importaba, pues la Policía ya lo conocía de sobra, ya que se había tratado de uno más de sus innumerables festines «por la cara». De hecho, su descaro es tal que tiempo después trató de volver al mismo bar, aunque se negaron a servirle al reconocerlo al instante.
El reincidente polaco también encuentra frecuentemente excusas para no pagar su consumición. En otra ocasión, en un bar situado en la calle de Los Andes, en La Calzada, se volvió a negar a abonar lo consumido, que tenía un precio de unos 11 euros. Se escudó entonces en su origen extranjero y en las barreras lingüísticas. «No hablo español, me entiendo con señas», vino a expresar el hombre, que terminó, de nuevo, con una afirmación, y también una negación, tan simple como contundentes. «Comida, sí; dinero, no», espetó ante el estupor de sus interlocutores. Otra vez regresó la Policía, y otra vez se fue arrestado sin ofrecer resistencia.
Escenas similares vivieron en una cafetería de El Coto que el polaco visitó en octubre y de la que pretendía irse sin pagar un plato combinado; o en un local de la avenida de la Costa, donde quiso degustar «por la cara» una tapa de cabrales y cerveza. Asimismo, actuó en conocidas sidrerías de la ciudad, ya fuese en una del centro, donde degustó comida y bebida por valor de veinte euros, o en una de El Llano, a la que acudió en julio para comer, de nuevo, un plato combinado y una cerveza.
Eso sí, lejos de mostrarse violento, siempre mantiene más o menos la calma. «No suele mantener actitudes violentas con los hosteleros, comerciantes ni policías», aseguran desde la Comisaría.
Sin embargo, sus días de comer sin pagar en Gijón están contados. La Policía propuso su expulsión por «conducta delictiva reincidente» y el acusado tiene hasta el próximo 12 de enero para salir del país voluntariamente. En caso contrario, será deportado. Parece la única solución, pues se niega a acudir a los servicios asistenciales para comer. «No me gusta la comida que se da en esos centros», aseguró ante agentes policiales. Entre medias, cumple el próximo martes 54 años y, si lo celebra con una comida, mejor que no se le ocurra engordar aún más su historial delictivo.[img]
http://www.lne.es/gijon/2011/12/15/comida-dinero/1171126.html