andrey Usuario Veterano
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| Tema: El Cuco, un autoservicio de la construcción Dom 2 Oct 2011 - 14:29 | |
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El Cuco, un autoservicio de la construcción
Los 400 pisos abandonados a los pies de La Picota ofrecen a precios de saldo numeroso material
Numerosas personas acuden a la urbanización para comprar lo poco útil que queda en las viviendas
El Alto de El Cuco, aquel lugar en el que se quiso levantar un paraíso de 400 viviendas a los pies del monte La Picota, en Boo de Piélagos, es hoy una gigantesca escombrera. Transcurridos cuatro años desde que el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC) considerara las obras ilegales y ordenara su paralización, el reguero de estructuras de hormigón y ladrillo permanece todavía en pie, descansando a su suerte y perturbado, solamente, por la llegada de visitantes en busca de materiales de construcción que poder aprovechar. El recinto permanece aún vallado, y desde fuera, puede apreciarse el estado de abandono que presenta el montón de viviendas a medio terminar. Un vigilante de seguridad merodea por la zona y de vez en cuando recibe a los pocos curiosos que se acercan. El recorrido por el interior de lo que debía ser un conjunto de urbanizaciones es bastante más gráfico. El camino principal, donde se suponía debía ir la carretera de acceso, es una superficie de gravilla, piedras, restos de materiales y plantas invasoras. Trozos de tubería, cristales rotos, azulejos y barandillas tiradas se mezclan en un 'jardín' de plumeros. Más adentro, donde las primeras urbanizaciones empiezan a aparecer a ambos lados del sendero, el silencio empieza a apoderarse del lugar y con él surgen las primeras sensaciones, las propias de un espacio lúgubre, lleno de una quietud que sólo se ve interrumpida por el chasquido de una pisada sobre un trozo de cristal o por el silbido de los plumeros al ser azuzados por el viento. Una vez recorridos unos cincuenta metros, los edificios empiezan a repartirse a ambos lados del camino. Aunque no todos están en el mismo estado de ejecución, la gran mayoría carece de puertas, ventanas y algunos incluso hasta de fachada. El color gris del hormigón y el rojo del ladrillo toman protagonismo frente al verde de la montaña. Para acceder a uno de ellos hay que utilizar una rampa improvisada colocada a los pies del hueco principal del edificio, esto es, lo que iba a ser el futuro portal. Una vez dentro, el conglomerado de paredes se viene encima, componiendo un laberinto de espacios. La entrada está presidida por la caja del ascensor, una maquinaria que físicamente está pero la falta el revestimiento. Desde fuera, se ve incluso la polea. A derecha e izquierda paredes y más paredes que dan lugar a uno y otro espacio. Tantos, que hasta resulta difícil imaginar si uno puede ser un salón o una cocina. El suelo está repleto de escombros y materiales y objetos de todo tipo. Una escena que se repite en el segundo, tercer y cuarto piso de las 400 viviendas que allí se ubican.
Venta de materiales Esto es lo que han visto aquellas personas que han venido hasta el lugar para abastecerse de material, lo mismo para alicatar un hotel de reciente construcción que un pisito de recién casados. «Vengo a por un par de ventanas de velux», comenta un hombre que, empujado por las indicaciones de un compañero de trabajo, se ha dejado caer por allí para ver si así encuentra lo que busca. De hecho, El Cuco se parecería hoy más a un 'Ikea' al aire libre que a una urbanización de viviendas si no fuera, entre otras cosas, porque a los pies de La Picota no hay carteles respecto a esta actividad, ni mucho menos números de teléfono donde poder informarse. El boca a boca es la única vía que conduce hasta el mercadeo y, según parece, la mejor para despachar el material utilizable. El encargado de controlar y gestionar la venta es un joven que no quiere desvelar ni su nombre ni el de la empresa para la que trabaja. En cambio, no teme explicar qué es lo que ha venido haciendo en los últimos meses. «Desde que cogimos esto en una subasta hace cosa de un año, hemos ido desprendiéndonos de todo aquello sobre lo que tenemos derecho». Esto es, azulejos, ventanas, ladrillos, adoquines y poco más. «Los materiales que fueron adquiridos para rematar las obras y que quedaron almacenados a la espera de la reanudación de los trabajos», subraya. Así, en esta especie de mercadillo de la construcción, el 'gerente' recibe a las visitas, unas pocas al cabo del día, las indica si pueden o no encontrar lo que buscan y, de ser así, en qué edificio están. Buscar, pagar y listo. «Ya no queda mucho, lo que más ha sobrado son los adoquines con el distintivo de Piélagos que poca gente puede aprovechar. Aún así, siguen viniendo. Y si encuentran algo que les interesa, lo cogen y yo les digo lo que cuesta. Así de simple». Pero con un matiz. «Aquí hay un control, un sistema de vigilancia y unas normas. Nadie puede destrozar nada», subraya. Lo cierto es que desde que se paralizaron las obras, el Alto de El Cuco ha venido siendo objetivo de ladrones. Bien lo sabe el encargado, que dice haber tenido que acudir a la Policía en numerosas ocasiones. «Aquí se han llevado hasta chimeneas», comenta. Para combatirlo, aparte del vigilante de seguridad contratado, también ha tenido que colocar grandes piedras en la entrada que imposibiliten el acceso a las furgonetas con las que, a menudo, los 'chorizos' hacían de noche el agosto. Así terminan los días para una urbanización ya agonizante, a la espera de que se ejecute su destino.
http://www.eldiariomontanes.es/v/20111002/region/centro-bahia/cuco-autoservicio-construccion-20111002.html
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