El asesinato que enlutó a Córdoba
Una ofrenda floral conmemora los 15 años de la muerte de dos agentes de la Policía Local en el Pretorio a manos de 'la banda de la nariz', que poco antes había atracado el Santander
Dos agentes colocan flores en el monolito, ayer, en presencia de Nieto y familiares.
R. H. 19/12/2011
Aquel 18 de diciembre de 1996 Córdoba vivió una de sus páginas más negras. En el Pretorio, junto a la ermita, María de los Angeles García y Soledad Muñoz, dos agentes de la Policía Local, morían acribilladas a balazos a manos de la banda de la nariz , que poco antes había atracado la oficina principal del Banco Santander y huía utilizando como escudo humano al vigilante de seguridad Manuel Castaño. Ayer se cumplieron 15 años de aquella trágica mañana y, como cada aniversario, las familias de las agentes y sus compañeros las recordaron con una ofrenda floral y cinco minutos de silencio junto al monolito levantado en su homenaje en el lugar en el que fueron asesinados. Al acto, sencillo pero emotivo, acudieron, entre otros, el alcalde, José Antonio Nieto; la delegada de Seguridad, Ana María Tamayo; y los portavoces de UCOR, IU y PSOE, Juan Miguel Alburquerque, Francisco Tejada y Juan Pablo Durán, respectivamente.
Habían pasado apenas unos minutos de las siete de la mañana de aquel 18 de diciembre de 1996 cuando la banda de la nariz se puso en marcha. Claudio Lavazza --el cabecilla del grupo italo-argentino--, su mano derecha Giovanni Barcia --ambos eran buscados por la mitad de los cuerpos policiales europeos al acumular atracos, secuestros y asesinatos--, además de Giorgio Eduardo Rodríguez y Michele Pontolillo salían desde su base de operaciones --un piso en la avenida del Aeropuerto-- camino de Las Tendillas. Lo hicieron a bordo de un Fiat Uno que habían robado dos días antes y lo aparcaron en la esquina de la céntrica plaza con la calle Málaga. Armados hasta los dientes y disfrazados con barbas, bigotes y narices postizas, en unos segundos abordaron a un empleado de la oficina bancaria, accedieron a la oficina y retuvieron a punta de pistola a empleados, clientes y al vigilante de seguridad Manuel Castaño.
Tras inutilizar el circuito de cámaras de vigilancia con sprays, los atracadores reventaron 13 cajas de seguridad, el cajero automático y la caja fuerte, haciéndose con un botín superior a 100 millones de pesetas. Antes de huir, tomaron a Castaño como rehén. Cuando se dirigían al coche, una agente de la Policía Local se enfrentó a uno de los atracadores con un radio transmisor en la mano y fue encañonada. Pontolillo se refugió entonces en el hotel Boston --donde sería detenido minutos más tarde-- y los otros tres atracadores obligaron a un conductor a bajar de su coche --era Joaquín Dobladez, ex parlamentario y ex concejal, que también fue apuntado con una pistola para que lo abandonara--. A toda velocidad, y con el rehén a bordo, huyeron por Claudio Marcelo, Capitulares, Alfaros, Puerta del Rincón y Colón.
Acribilladas a balazos
Las agentes María de los Angeles y Soledad localizaron el coche e iniciaron un prudente seguimiento. Lavazza y sus compinches, que utilizaban escáneres para sintonizar la frecuencia de la policía, descubrieron entonces que eran perseguidos. Al entrar en la avenida de América, Lavazza ordenó a Barcia que detuviera el coche, descendió del mismo y se escondió junto a la ermita del Pretorio. Al ponerse a su altura el coche de las agentes, Lavazza vació dos cargadores enteros de un subfusil. María de los Angeles y Soledad murieron acribilladas.
Los atracadores fueron interceptados en Los Omeyas, donde se registró un tiroteo en el que cayeron heridos Barcia y Rodríguez, además del vigilante Castaño. Lavazza huyó, llegó al piso de la avenida del Aeropuerto, se curó las heridas y burló el cerco policial. Ya por la tarde, fue detenido en un bar de Bujalance. Años después, la Audiencia Provincial condenó a Lavazza y al resto a un total de 198 años de prisión.
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