Continúan los hurtos, los trileros y la prostitución


«Te pasas más rato haciendo de vigilante de seguridad que sirviendo», explica Javier, camarero de la terraza del restaurante Amaya, en la zona baja de la Rambla. «En un mes han robado ya tres bolsos a clientes que estaban aquí tomando algo, y mira que estoy muy encima», prosigue. Para el joven camarero, como para la mayoría de los trabajadores del paseo, el principal problema del lugar - «que no está tan mal»- siguen siendo los pequeños hurtos, además de la constante presencia de trileros y vendedores de una especie de silbato que penetra a todas horas en los oídos de los sufridos trabajadores del paseo durante el día; y de lateros, prostitutas y proxenetas cuando cae la noche.


Pese a la persistencia de la pequeña -y en ocasiones no tan pequeña- delincuencia, la Rambla cuenta con tres patrullas uniformadas mañana y tarde exclusivas para el paseo -el más transitado de la ciudad-, además de varias unidades especiales dedicadas principalmente a la vigilancia y prevención de hurtos a establecimientos y personas. Además, seis agentes del Grupo Operativo de Salud Pública trabajan en la zona para minimizar la venta de drogas; y la presencia de policías paisano y de siete cámaras de seguridad desde el verano pasado han ayudado a mejorar la seguridad en la zona.


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Esta gente lo tiene más complicado porque ahí nosotros no podemos intervenir al ser vía pública