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 Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad

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Merry
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MensajeTema: Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad   Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad EmptyVie 8 Jul 2011 - 21:24

Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad
El ladrón del manuscrito del siglo XII,de valor incalculable, no tuvo que forzar la cámara; tenía puesta la llave


Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad Codice-calixtino--644x362

Un golpe fácil, limpio, sin violencia y sin riesgo. Este es el resumen del robo del Códice Calixtino, el manuscrito del siglo XII de valor incalculable sustraído de una cámara de seguridad del Archivo de la Catedral de Santiago de Compostela, donde se custodian las piezas bibliográficas de mayor valor. El Códice se guardaba, junto a documentos de gran valor histórico y de interés para los investigadores, en una cámara instalada en la pared de piedra de un recinto situado en la parte menos accesible del Archivo. La singular obra reposaba sobre un cojín y estaba cubierta con un tapete. Nada fue forzado; entre otras razones, porque no era necesario, ya que la costumbre entre quienes custodiaban la zona —el deán de la Catedral y canónigo archivero, José María Díaz, y dos historiadores de su Archivo— era dejar puesta la llave que la abría. Era un gesto de confianza solo explicable porque esas tres personas tenían que acudir con cierta asiduidad hasta allí para entregar a investigadores que trabajan en la Catedral otros originales también valiosos.

Fuentes de la investigación consultadas por ABC explicaron que fue el jueves de la semana pasada cuando los responsables de la custodia del Códice lo vieron por última vez. Sin embargo, no comunicaron lo sucedido porque pensaban que alguien lo podía haber cogido para algún trabajo concreto y luego colocado en otro lugar. En cualquier caso, comenzaron a buscarlo, sin ningún resultado. Así, hasta el pasado miércoles, cuando decidieron poner los hechos en conocimiento de la Policía, convencidos ya de que la obra había sido robada.

El deán de la Catedral, José María Díaz, confirmó ayer que el robo del Códice, el único botín del ladrón, se realizó sin emplear ninguna violencia. «La Policía no vio ninguna puerta forzada. No falta nada más que el Códice Calixtino», aseguraba Díaz ante decenas de periodistas.
Voz de alarma

Precisó, además, que fue uno de los historiadores que colabora con el Archivo, José Sánchez, quien primero se percató de la ausencia del volumen. En ese momento —que él sitúa el martes—, avisó al deán, que acudió desde su casa al lugar. Ambos comenzaron a buscar en la misma cámara, «para cerciorarnos de que no estaba», según explicó Díaz. Luego miraron en las estancias próximas, sin resultado. Entonces llamaron a la Policía. Las agentes llegaron a la Catedral a las diez de la noche. Tras varias horas de trabajo en la zona, volvieron a las diez de la mañana siguiente, junto a especialistas de la Policía Científica, que buscaron huellas en la zona. Ya en la tarde del miércoles el deán formalizó la denuncia en la Jefatura Superior de Policía. Dos agentes de la Brigada de Patrimonio de la UDEV de la Comisaría General de Policía Judicial se incorporaron ayer a la investigación.

Ante la prensa, Díaz, que se reconoció responsable último de la seguridad en el Archivo, evitó dar detalles concretos de las instalaciones por recomendación de la Policía, pero explicó que el Códice se encontraba en una cámara a la que se accedía con regularidad. «Yo no me acuerdo de la última vez que lo vi. Quizá hace un mes. Nuestro colaborador de Historia Medieval está seguro de haberlo visto en su sitio el jueves o el viernes. El sábado yo no vine», explicó.

Las fuentes consultadas por ABC se muestran convencidas de que el ladrón o ladrones conocían las costumbres de los trabajadores del Archivo, una zona restringida al público, pero no de muy difícil acceso. El lugar no tiene vigilantes por la noche, y las cámaras de seguridad enfocan solo zonas comunes. Por tanto, ninguna lo hacía hacia el Códice, punto que Díaz no quiso confirmar ni desmentir, aunque especificó que «hay controles en todos los ángulos del claustro, de modo que se puede fotografiar toda persona que pasa por allí». Las grabaciones están ya en manos de la Policía, pero al ocupar un periodo tan extenso de tiempo y cubrir puntos por los que pasa mucha gente, ese trabajo llevará mucho tiempo.

Una de las preocupaciones de los investigadores es que quien ha hecho esto les lleva mucha ventaja: «El Códice puede ya estar en cualquier parte», explican las citadas fuentes. El perfil de ladrón es el de una persona con amplios conocimientos del interior de la Catedral y de sus medidas de seguridad. Además, se cree que fue un robo por encargo.

Lo habitual en estos casos es que quien esté detrás del golpe «duerma» el botín hasta que se relaje la tensión policial. Puede estar en esta situación incluso años, puesto que el autor del robo sabe que en ningún caso podrá venderlo, ni de forma legal ni tampoco en el circuito ilegal. Todo el mundo conoce el manuscrito, cuyo valor es incalculable y no sale de la Catedral desde el año 1993, y nadie se arriesgaría a comprarlo. Hace años, los organizadores de una exposición declinaron incorporarlo porque el seguro del traslado estaba en los mil millones de las antiguas pesetas, explicaba ayer el deán.

Preguntado sobre si pensaba en algún sospechoso del robo, el responsable de la Catedral afirmó rotundo que «si lo sé, no lo digo». «El que se lo llevó sabía de qué se trataba y de su incalculabe valor», apostillaba.

http://www.abc.es/20110708/cultura/abcp-roban-codice-calixtino-tesoro-20110708.html
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MensajeTema: La desaparición del Códice Calixtino ¿Robo o sustracción para denunciar la seguridad?   Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad EmptySáb 9 Jul 2011 - 3:49

La desaparición del Códice Calixtino ¿Robo o sustracción para denunciar la seguridad?
Un editor de réplicas de códices y la directora de la biblioteca de la Universidad de Salamanca creen que la Iglesia debe mejorar la seguridad de los incunables.
El robo por encargo y la sustracción para denunciar fallos de la seguridad, las teorías más seguras sobre la desaparición del 'Códice Calixtino'.
Sólo tres personas tenían acceso al códice desaparecido en Santiago
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Códice Calixtino
Una reciente edición en gallego del Códice Calixtino, mostrada ante la catedral de Santiago. (Lavandeira jr / EFE)

Manuel Moleiro es especialista en réplicas de códices. Ha visitado por trabajo las principales instituciones mundiales que guardan libros antiguos (decenas de bibliotecas nacionales, fundaciones y museos de prestigio como el British o el Metropolitan de Nueva York) y cree que en ellas no se habría podido perder un códice de la importancia del Calixtino, cuya desaparición el pasado martes en la catedral de Santiago de Compostela investiga la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional.
"Los protocolos de seguridad que siguen en otros países harían imposible que ocurriera algo asi", ha dicho Moleiro a 20minutos.es "Lo normal, con una obra de este tipo, es que no se enseñe a los amiguetes, ni se preste para su consulta sin seguridad".

Cuando hace poco le enseñaron a él las 15 páginas del Beato de Liébana de San Pedro de Cardeña que guarda el museo Metropolitan de Nueva York, "tras firmar un contrato que te quedas tonto de la dimensión de las cláusulas", dos personas estaban permanentemente a su lado. "Y cuando estuve delante del Breviario de Isabel la Católica una persona entraba en la sala a pasar página, convenientemente uniformado con guantes blancos".

Fallos en la seguridad de los códices

Moleiro es uno de los privilegiados que ha tenido entre sus manos el Códice Calixtino del siglo XII ahora desaparecido. Se lo enseñó el propio deán de la catedral, José María Díaz, hace unos quince años. Ahora se sorprende al leer que las llaves de la cerradura de la sala que guardaba tan valioso volumen estuvieran puestas.
Margarita Becedas, directora de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca y custodia de otro Códice Calixtino medieval pero del siglo XIV, también le ha llamado la atención la laxitud en la vigilancia de las llaves de la sala del códice compostelano.

"El nuestro no sale nunca de la cámara acorazada. Los que vienen a estudiarlo ven la obra digitalizada y si se enseña a alguien es siempre en la cámara acorazada, con autorización y custodiado por los que estamos autorizados para hacerlo".

La directora de la biblioteca salmantina cree que a la desaparición del códice Calixtino debe seguir necesariamente una reflexión sobre las medidas de seguridad de estos volúmenes únicos.

Una protección adicional

Becedas es contraria a la concentración del patrimonio histórico en una institución única, ya sea un museo o la propia Biblioteca Nacional, "¿Qué pasa si las juntamos y se produce un incendio?", inquiere. Su apuesta es una decidida mejora de los protocolos de seguridad en las instituciones que lo conservan.

El editor Moleiro cree que es la Iglesia la que debe de tomar nota, por cuanto es custodia de la mayoría de los códices más importantes. De entre los más valiosos destaca la Biblia de San Luis de la Catedral de Toledo, el Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo y el Beato de Liébana que guarda la Catedral de Girona, que ya fue robado en la Guerra Civil y recuperado en una subasta en Suiza.

Moleiro sugiere que estos libros deberían tener "una protección adicional", deberían "estar en un sitio que no se conozca y que la gente se piense que el que está en la cámara acorazada es el auténtico". Así se guarda la Biblia de San Luis, explica. Es precisamente uno de sus calcos lo que admiran los visitantes en Toledo. "No es ningún engaño", dice, "visualmente es imposible distinguir la copia del original".

Las teorías de la desaparición

La directora de la biblioteca y el editor de códices han oído todas las hipótesis que circulan sobre la desaparición del códice. No se decantan por ninguna, por prudencia. Becedas baraja la posibilidad de que "alguien muy cercano lo haya cogido para denunciar la falta de seguridad y, entonces, aparezca de nuevo en un par de días" o que, si la llave de la sala donde se guardaba estaba mal custodiada, haya sido "un robo por encargo de un desequilibrado que sabe que no va a poder ponerlo en el mercado. "Ningún librero o casa de subastas se va a arriesgar a sacar un manuscrito tan reconocido".
Moleiro da más valor a la teoría del robo por encargo. "Hay mercado negro para una obra de este valor", asegura tajante. "Alguien ha podido pagar 20, 30 ó 100 millones para tenerlo en casa y enseñárselo solo a la gente de mayor confianza". Como ejemplo de la volatilidad de los manuscritos históricos cita el hecho de que varios de ellos escritos en España estén hoy en instituciones británicas, estadounidenses o rusas. "Estas cosas se han robado siempre", concluye.

El riesgo que ve el especialista en códices es que el ladrón haya sido un "chapucero", pues podría incluso romper alguna página para poder mostrar su veracidad a un futuro comprador. "Si lo ha robado alguien inteligente, lo venderá y aparecerá dentro de 100 o 200 años", explica Molero, que no se cree las teorías conspirativas que circulan por Internet sobre si un novelista ha sustraído el códice para dar veracidad a una obra literaria o si los musulmanes están detrás del robo. "Si de mi dependiera la investigación -dice- no iría muy lejos a buscar al culpable".
http://www.20minutos.es/noticia/1104899/0/seguridad/codice/calixtino/
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MensajeTema: Re: Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad   Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad EmptyDom 10 Jul 2011 - 9:37

La catedral de Burgos: un ejemplo de gótico... y de seguridad
La basílica posee dos sistemas de alarma diferentes, según sea de día o de noche, y sensores de contacto y rastreo para detectar movimientos sospechosos

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Catedral de Burgos

Si en la catedral de Santiago, las medidas de seguridad seguirán siendo las de siempre –a no ser que los resultados de las investigaciones policiales obliguen a lo contrario, si delatan su ineficacia, afirman desde fuentes del Arzobispado–, en otros lugares el robo sirvió como aliciente para tomar otras precauciones, como ocurrió en la catedral de Oviedo. En 1977 la basílica ovetense sufría un disgusto parecido al que se registraba esta semana en la presidida por el Apóstol Santiago. En aquella ocasión, varios ladrones entraron a través de la torre románica de San Miguel –también en obras, como ocurre ahora en Santiago– y forzaban varias puertas y verjas para entrar en la Cámara Santa, donde destrozaron dos cruces y una arqueta, se llevaron la capa de oro puro que las recubría y las piedras preciosas incrustadas.
Benito Gallego, deán de la catedral de Oviedo, todavía recuerda aquella fatídica fecha y la asocia con un "aldabonazo" para ponerse las pilas. "Hemos mejorado las medidas de seguridad y tenemos una empresa que se encarga de ello". No obstante, admite: "Yo no sé si estamos seguros o no. Tenemos las medidas de seguridad que creemos prudentes teniendo en cuenta el momento en que vivimos, pero suficientes tal vez no serán", explica. En todo caso, afirma que lo ocurrido en Santiago no puede compararse con lo de Oviedo porque "aquí venían a por el oro y las piedras preciosas".
Quienes se toman el asunto también muy en serio son los responsables de la catedral de Burgos. Además de gozar de la especial categoría de ser Patrimonio de la Humanidad –algo que, no obstante, Santiago no tiene que envidiarle porque la catedral también lo es, y además toda la zona histórica que la rodea–, al templo burgalés se lo conoce como el "bosque petrificado" y para muchos es el templo gótico "por excelencia" de España y, en particular, del Camino de Santiago.
Pero además de toda la belleza arquitectónica, la basílica –en la que descansan los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, "El Cid", y su esposa Doña Jimena– incluye el denominado Museo Catedralicio, en cuyo interior se conservan, en la Capilla de Santa Catalina, documentos valiosos, como la carta de arras de "El Cid" (1074), el documento fundacional del Infantado de Covarrubias (978) y la Biblia visigótica de Cardeña (fechada hacia el año 914).
La alarma, relativa
El canónigo de la catedral de Burgos Alejandro Millán es consciente de que todos esos tesoros necesitan protección, pero insiste en dejar claro, antes de explicar cómo lo intentan, en que "ante expertos en robos y ladrones especialistas no hay alarma que valga". No obstante, y por si acaso, en la basílica burgalesa no faltan alarmas. Es más, Millán cree que tienen un "sistema bastante bien montado".
"Todas las puertas son lo más seguras posibles", explica, y están apoyadas por dos sistemas de alarma diferentes en toda la catedral, uno que funciona durante el día y otro, especial, que se activa durante la noche. Durante la jornada, cuando hay actividad en el templo, se vigilan todos "los objetos susceptibles de robo", sobre todo en las zonas del museo y las capillas más importantes. Cuando las puertas se cierran al público, se activa un sistema que extrema las precauciones en "absolutamente toda" la catedral. Además, los sistemas de seguridad se activan por partida doble. Por una parte, existen sensores de contacto, para aquellas piezas susceptibles de robo, casi todas ubicadas en vitrinas. Por otra, están los dispositivos que Millán califica como de rastreo. Estos, explica, perciben los movimientos de personas y "detectarían" cualquier persona que entre en las zonas más vulnerables.
Aunque en el Museo de la catedral se toman precauciones más evidentes, como las cintas separadoras que intentan evitar que los curiosos se acerquen de más a una obra, los detectores de presencia, subraya Millán, se aseguran de que los que no los tengan en cuenta lo noten.
Además, añade, tenemos "cámaras de grabación conectadas tanto de día como de noche, la mayoría de ellas situadas en el Museo de la catedral y la Capilla". "Son muchas cámaras y todo se graba, las 24 horas del día", explica. Eso sí, las cintas, reconoce, solo se conservan durante 14 días. "Si no, imagínate el almacén que tendríamos que tener...", bromea. En todo caso, cree que ese período es suficiente si se produce algún hurto y hay que comprobarlo en el vídeo. "De hecho, cuando hemos tenido algunos problemas, los hemos pillado", añade, sin dar más detalles, y recuerda que, por supuesto, todos los sistemas están conectados con la central de alarmas a la policía. Al respecto recuerda cómo un gato que se había colado en el recinto les provocó varias falsas alarmas hasta que lo encontraron.
Millán explica que Burgos es una de las catedrales pioneras en materia de seguridad. "Fuimos de las primeras catedrales que las implantamos", asegura. Aun así, concede que viven "preocupados constantemente" porque pueden permitirse tener vigilantes de seguridad de día, pero no de noche. "Ojalá pudiéramos. Nuestra intención es ir hacia ahí", señala. Millán también quiere dejar constancia de que la catedral no le preocupa tanto como las pequeñas parroquias, donde "cada iglesia de pueblo es una joya" y en las que "han robado muchísimo". Incluso, señala, se están detectando robos con violencia solo para lograr el dinero del cepillo. "Es más el destrozo que hacen que lo que llevan", comenta entristecido.
En la Biblioteca Colombina, adscrita a la catedral de Sevilla, también se guardan joyas bibliográficas, los libros escritos por Cristóbal Colón. Allí, subrayan sus responsables, las "medidas son las adecuadas para conservar el patrimonio", aunque, reconocen, en alusión al robo de Santiago, "estas cosas pasan": "Cada uno hace lo que puede para que no pasen, pero pasan".

http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2011/07/09/catedral-burgos-ejemplo-gotico-seguridad/561649.html
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MensajeTema: El robo de nueve siglos de Historia   Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad EmptyDom 10 Jul 2011 - 17:27

El robo de nueve siglos de Historia
Ni rastro de la guía más antigua del Camino. El escritor Juan Gómez-Jurado recrea, en este reportaje novelado, los hechos que rodean a uno de los golpes más significativos que ha sufrido el Patrimonio eclesiástico en España
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ITZIA SAN VICENTE

Empezó con un escalofrío junto al corazón, un desasosiego repentino, señal de que las cosas no iban bien. Eso fue lo que sintió José Sánchez cuando miró hacia el tapete. El paño bordado, que habitualmente cubría el tesoro más valioso que contenían aquellas paredes, estaba descolocado. El cojín que lo sostenía, ligeramente cambiado de sitio. Y entre ambos, el aire.

El medievalista, una persona de natural prudente, miró por todas partes antes de preguntar a los empleados del Archivo de la Catedral. Al principio hubo desconcierto, teñido de cierto fastidio. Era la hora de cerrar, y todos querían volver a casa. Pero cuando fueron conscientes de que ninguno conocía el paradero del libro, se contagiaron del nerviosismo de Sánchez. Entre todos registraron las salas del Archivo de manera exhaustiva, en busca de la familiar silueta. En vano. Y entonces fue cuando Sánchez tuvo que hacer una amarga llamada telefónica, decir cinco palabras que desearía no haber tenido que pronunciar nunca.

—El Códice Calixtino ha desaparecido.

El Deán se presentó enseguida en el Archivo. A sus ochenta años de edad, José María Díaz es un hombre que todos sus colaboradores y amigos describen como afable y cercano. Cuando vio con sus propios ojos el hueco sobre el cojín se sintió desfallecer. En ese momento se vivieron minutos muy duros en aquella sala recubierta de estanterías de nogal. Los responsables de custodiar el Códice se miraron entre sí e intuyeron la pesadilla que se les venía encima. Las cámaras, los micrófonos, las críticas. Por un momento la tentación tuvo cabida en aquellos santos muros, y alguien planteó que tal vez no habría que decírselo a nadie. Y después el sentido común y la virtud se impusieron, y alguien llamó a la policía.

Cuando los primeros investigadores aparecieron en el archivo comprendieron que aquel era un caso especial. Se activaron protocolos de seguridad para casos similares. Se destacó a una docena de profesionales, nueve de ellos de la Policía Científica de Santiago y Coruña, y otros tres venidos expresamente desde Madrid, de la Brigada General de Patrimonio Histórico. Mientras volaban a Compostela, consultaban en sus portátiles el dossier que describía el objeto robado. Frases breves, frías, forenses.

«Códice del siglo XII, fechado en torno a 1109, de unos 30 centímetros de alto, 225 folios. Una de las cuatro únicas copias que existen en el mundo del Liber Sant Jacobi, y la mejor conservada. Valor estimado de mercado, diez millones de euros».

Cuando acceden al claustro, los investigadores comprueban que varias cámaras de seguridad cubren cada centímetro del mismo. Que para llegar a la puerta del Archivo no se puede hacer sin pasar bajo su escrutinio. Que la puerta está enrejada y hay que llamar a un telefonillo para acceder. Y después otra reja, y unas escaleras de piedra, y otras dos antesalas, en la esquina de una de las cuales hay una sala de piedra sin ventanas, bloqueada con una gruesa puerta de acero.

Que tenía la llave puesta en la cerradura.

HOMBRES DE IGLESIA, INTACHABLES

«Los muros más gordos no sirven de nada si te dejas siempre la puerta abierta», gruñe un representante de la policía que prefiere no dar su nombre. Y es que el estupor y la frustración entre los agentes fue total al encontrarse con aquello. Oficialmente sólo tres personas tenían acceso a esa sala. El propio Deán, José Sánchez y el canónigo Salvador Domato. Hombres de Iglesia, intachables y libres de toda sospecha. Por desgracia, también libres de toda suspicacia. Eran tantas las ocasiones en las que se entraba en aquella habitación, tantos los documentos valiosos que se solicitaban de ella, que la llave solía estar puesta. Nadie podía mostrar el Códice Calixtino sin estar presente el Deán. Los investigadores accedían a un facsímil o a las imágenes digitalizas. El original desaparecido muy raras veces salía de la cámara, la última hacía dos meses para una visita ministerial. Pero la llave estaba en la cerradura.

Los investigadores habían desplegado un helicóptero para fotografiar la estructura completa de la Catedral, sospechando que los ladrones podían haber accedido al interior mediante un butrón en el tejado. Fue inútil. La teoría más plausible apuntaba en otra dirección. E incluso facilitaba un retrato robot del sospechoso.

«Un hombre de mediana edad, tal vez entrado en años. Muy culto, un ex profesor universitario con perfecto dominio del castellano. Capaz de ganarse la confianza de las personas».

Los investigadores interrogan de manera exhaustiva a los setenta empleados de la Catedral. Quieren saber si algún personaje singular ha hablado con ellos en las últimas semanas. «Conversando sobre la historia de la Catedral, y tal vez deslizando alguna pregunta sobre seguridad, como al descuido». Sacristanes, ayudantes, voluntarios. Un grupo de ellos aguarda para hablar con la policía, cruzándose miradas nerviosas, entre ellos y al suelo. Sienten la desazón de que uno de ellos, inadvertidamente, haya podido facilitar el robo.

La incomodidad de los trabajadores está más que justificada. Las críticas se han alzado desde múltiples sectores de la sociedad, una reacción tan humana como comprensible. En ausencia del ladrón, se juzga al custodio, ignorando que es víctima. Pero eso no es algo que sorprenda a los canónigos de la catedral, quienes prefieren guardar silencio para no exponerse a las críticas. «No será tan mala la Iglesia cuando hemos cuidado del libro durante novecientos años», apunta uno en conversación telefónica. Elude responder a las críticas de Xosé Freire, del Sindicato Unificado de Policía, quien afirmaba el jueves que las medidas de seguridad en torno al Códice Calixtino eran mínimas. «Las llaves se llevaban en un régimen de compadreo, ahora la tienes tú, ahora la tengo yo, ahora la tiene el otro», además de insinuar que había más de quince personas que tenían acceso al códice, no tres. «Sería necesario que hubiera un vigilante de seguridad permanente, pues don José María (por el Deán) ya está cansado». No es el único que afirma que las historias que han salido a la luz al preguntar por el códice «hacen todo esto un poco ridículo, podía haber ocurrido en cualquier momento». Del entorno del Archivo surgen rumores, anécdotas y chismorreos sobre lo poco cuidado que estaba el códice, aunque pocos se molestan en señalar que fue precisamente el Deán quien elevó en 1993 las medidas de seguridad en torno al manuscrito. En lo que coinciden todos es en que se podía haber hecho más, incluso había establecido un plan para dotar de sensores de movimiento, infrarrojos y escáner dactilar a la entrada del archivo y en la cámara acorazada, a la altura del que protege ejemplares similares —pero de inferior valor al estar incompletos— en el British Museum o en la Universidad de Salamanca.

Ajena a la polémica, la Científica espolvorea las superficies con ninhidrina y negro de humo, peina cada sala del Archivo en busca de huellas, pelos y fibras, estudian exhaustivamente las 400 horas de vídeos de seguridad. Porque están seguros de que quienes robaron el códice son viejos conocidos. «Hay una alta probabilidad de que estén fichados», explica un investigador. El ex profesor sería el cerebro de la operación, y al menos habría otras dos personas implicadas. El modus operandisería tan audaz como astuto.

Esta es la hipótesis que se baraja como más probable. Entre el jueves por la tarde, momento en el que alguien se fijó por última vez en que el Códice estaba en su sitio, y el martes por la tarde, cuando se le echa en falta, los ladrones actuaron. Muy probablemente en la noche del viernes al sábado. Esperaron escondidos dentro del inmenso recinto de la catedral, aprovechando la cantidad de recovecos que posee, al momento en el que se cierran las puertas y se apagan las luces. Justo después un vigilante recorre el perímetro, iluminando cada hueco con su linterna, pero es posible burlarle haciendo el mismo recorrido que él, pero a su espalda. Con los zapatos envueltos con varios pares de calcetines de lana, los pies de los ladrones no arrancarían ni un sonido de los fríos suelos de mármol. Las escasas rondas que se hacen en el interior de la Catedral por la noche harían más sencilla la incursión.

Y después, amparados por la madrugada, ir superando cada uno de los obstáculos hasta llegar a la cámara acorazada. Las rejas, saltándolas por el hueco que queda entre estas y el techo, evitando las púas que las coronan. Las escaleras, normalmente custodiadas por una religiosa, desiertas. Y la puerta de acero, con el precioso regalo de la llave en la cerradura, simplemente tirando de ella. Hasta llegar a la mesa con la joya bibliográfica del medievo, que cabría fácilmente en una mochila. Después volverían a la Catedral, donde saldrían a la mañana siguiente con total normalidad cuando se abriesen las puertas, confundidos entre los centenares de peregrinos cargados con mochilas.

Una operación limpia, preñada de riesgos, pero con una atractiva recompensa. Al menos un millón de euros para el equipo, si era un trabajo por encargo. Tres veces más, si el cerebro había planeado el asunto por libre y se atrevía a ofertar el códice a posibles compradores, lo que entrañaría mucho peligro. No solo para los delincuentes, sino para el propio Códice. En estos casos lo habitual es arrancar una página como prenda de que se posee la pieza. Y la última posibilidad, que pone los pelos de punta a los investigadores, es que los ladrones decidan trocear el manuscrito y venderlo página a página.

«Si llegan a hacer esa locura será imposible recuperarlo íntegro», dice Manuel Moleiro, editor y experto en códices. «Paradójicamente, tendremos más posibilidades cuanto más profesionales sean los autores del robo».

CÓMO BUSCAR UNA AGUJA EN UN PAJAR

No existe un mercado negro para antigüedades tan importantes. La propia naturaleza única de la obra hace que sea muy deseada, pero no sencilla de colocar. «En los últimos tiempos ha aumentado el número de compradores de arte procedentes de Oriente Medio, fortunas inmensas y escrúpulos reducidos», señala uno de los investigadores, que se asoma al claustro a fumarse un cigarro, no sin antes haberse despojado discretamente del chaleco policial amarillo. Las profundas ojeras en su rostro y la ropa llena de arrugas revelan el cansancio de quien ha pasado en vela toda la noche. Se encoge de hombros antes de apagar el cigarro en la suela del zapato y guardarse la colilla en el bolsillo. «Necesitamos atraparles cuanto antes, porque si salen de España será mucho más difícil dar con ellos».

Una posibilidad que ya contemplan las fuerzas del orden, pero que no ha impedido que Santiago de Compostela se vea plagada de policías que realizan controles de carretera aleatorios en los accesos a la ciudad y las vías principales. Como buscar una aguja en un pajar. Al detener el coche donde viajaba este periodista, uno de los agentes consultaba una hoja de papel fotocopiada con rostros de varias personas. Al pedirle por favor que me dejase echarle un vistazo, el policía se la guardó en un bolsillo del pantalón. También declinó responder a la pregunta de si estos eran sospechosos habituales en casos de robos de alta especialización.

La desaparición del Códice Calixtino no es, por desgracia, un asunto sin precedentes. El 26 de septiembre de 1996, un medievalista francés llamado Gilbert Felix Ollier organizó el robo del «Beato de Liébana» en el museo ilerdense de la Seo de Urgell, usando en este caso la violencia contra una empleada. El valioso ejemplar del siglo IX estaba valorado entonces en dieciocho millones de dólares, y como ahora se pensó en un robo por encargo. No había pistas, ni indicios físicos. La Guardia Civil montó un operativo especial desplegando medios técnicos y humanos como nunca antes se había hecho. El resultado arrojó el nombre de Ollier, un charlatán con estudios y grandes conocimientos de idiomas, que se movía por los clubes de ambiente gay de Barcelona. Un joven agente de incógnito se acercó a él enarbolando una revista de arte y consiguió ganarse su confianza. La semana siguiente, una serie de registros en domicilios y oficinas que Ollier solía visitar dio como resultado la aparición del «Beato» en las estanterías de un psiquiatra valenciano que afirmó haberlo adquirido en el mercado negro. La obra estaba intacta, a excepción de una hoja que había sido arrancada con una cuchilla de afeitar, y que nunca apareció. Ollier dio con sus huesos en la cárcel, donde se convirtió en una celebridad entre los presos a los que daba clases de inglés. Su buen comportamiento le granjeó un permiso de fin de semana, que este hombre excepcionalmente inteligente aprovechó para fugarse a Brasil, desde donde mandó una postal a un compañero. Aún continúa suelto.

Como en el caso del «Beato», la esperanza de la policía pende en la primera fase de la investigación de un hilo muy fino, por eso sus responsables guardan silencio. Frente a ellos, al otro lado de la cinta blanca policial, la tormenta mediática. El Deán, recurriendo a toda su fuerza de voluntad, se sentó en la rueda de prensa frente a la nube de flashes y de preguntas comprometidas e intentó dar la cara. Fue, sin lugar a dudas, el momento más difícil de su vida. Porque quienes le conocen saben de su dedicación, del orgullo que ha mostrado de ser el custodio del Archivo durante décadas. Porque cuando los periodistas le preguntaron «¿Cuánto vale el libro?», él no fue capaz de darles la única respuesta que le dictaba su corazón. El libro vale todo, todo lo que les rodeaba. Hasta la última piedra de la Catedral. Porque Compostela se edificó sobre la fe y las ideas, y estas son más perdurables que los monumentos y a la vez más frágiles. Pero esas no son palabras que quepan en los titulares.

Ahora mismo, en algún lugar del mundo, alguien sostiene en sus manos nueve siglos de nuestra Historia. Podrá deslizar las yemas de los dedos por la superficie del pergamino, apreciando el tacto rugoso de la piel de cabritilla, las exquisitas imperfecciones e irregularidades de su superficie, que desprende un olor singular. Las depresiones causadas por la tinta de nuez de agalla que el paso del tiempo ha tornado de negra en cobriza. El relieve de las imágenes creadas a la luz de las velas por pacientes monjes que arquearon su espalda sobre aquellas páginas, tal vez conscientes de que su obra perviviría largo tiempo después de que sus dolientes huesos se redujeran a polvo. Una obra formada por las historias de cómo Santiago viajó de Judea a Gallaecia, de cómo se apareció a Carlomagno, de cómo se creó la ruta jacobea siguiendo el Campus Stellae. Una guía que detalla caminos, posadas y fuentes de agua potable que incontables peregrinos siguieron en pos de su fe, inadvertidos de que cada paso que daban hacia su propia salvación era un paso más hacia la fundación de Europa. Alguien tiene ahora nueve siglos en sus manos, haciéndonos a todos más pobres.

JUAN GÓMEZ-JURADO.

http://www.abc.es/20110710/cultura/abcp-robo-nueve-siglos-historia-20110710.html
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