http://www.laverdad.es/murcia/prensa/20090313/opinion/todos-hemos-apretado-gatillo-20090313.html
María Eugenia ha muerto: cuatro tiros acabaron con su vida. Asesinada por una mano cuyos dedos homicidas apretaron el gatillo de un revólver. Un asesinato perpetrado por un taxista jubilado enloquecido, enajenado, disgustado tras juzgar que no había recibido en tiempo y forma la atención que estimaba necesaria. Unos disparos han acabado con la ilusión de la médico, con las innumerables horas de estudio, con el esfuerzo de acabar una residencia y llevar adelante la maternidad. Deja a un niño sin madre. Una familia destrozada que, en un último esfuerzo de generosidad, dona los órganos para que otros puedan seguir viviendo.
Vengador justiciero. Justicia propia ante cualquier necesidad, deseo o derecho no satisfecho de inmediato y a su gusto, ante cualquier contrariedad: ¿Cuántas veces habría dicho o habría oído en otras ocasiones: «a ese o a esa habría que pegarle cuatro tiros»? ¿Qué tipo de sociedad estamos creando? ¿Qué futuro tienen aquellos que proporcionan servicios públicos como médicos, enfermeros, maestros, bomberos, policía?
Ahora, en la prensa, en la calle, todo son lamentaciones y frases al uso, las consabidas «rechazo al asesinato», «solidaridad con las familias de las víctimas», «condenas del trágico suceso», «repulsa de los políticos», etc., emitidas por representantes de la Administración sanitaria, partidos políticos, colegios profesionales, Comités de Seguridad y Salud, Planes de Lucha Contra la Agresiones a Profesionales, sindicatos, ministerio, colegios oficiales. Se postulan medidas, cámaras de control, detectores, vigilantes, etc. Pocos, o nadie se preguntan: ¿qué parte de responsabilidad propia tengo?
Y hay mucha gente con parte de responsabilidad, mucha. Desde hace tiempo los usuarios, clientes, en este caso pacientes y enfermos, sus familias, sus ambientes, etc., se ven bombardeados por noticias en la prensa, programas de radio y televisión y otros medios de comunicación con mensajes ilusorios; y si no te dan lo que quieres, reclama. Así, dicen los políticos y la administración: tenemos la mejor sanidad del mundo; el cáncer ahora ya no mata; usted será visto al momento en las consultas; las esperas están desapareciendo; habrá un consultorio cada 1.000 metros; dos ambulancias medicalizadas por pueblo; las operaciones se hacen sin trauma y sin dolor; los niños todos nacen normales; el que tiene ansiedad es porque quiere; las infecciones se están acabando; el sida ya no es nada; del Informe Abril nos olvidamos; de copago ni hablar; etc. Y señalan los gestores: tenemos el mejor hospital de la zona; nuestro centro de salud roza la excelencia; la atención es inmediata; lo hacemos bueno, bonito y barato. Y dice la población, los usuarios, los pacientes: salud para todos, ¡cómo no!, pero con los impuestos de otro, si puede ser; que me atiendan enseguida; quiero un hospital en mi pueblo (aunque cuando me pongo malo de verdad, me vaya a la capital); hágame todas las recetas, no importa que alguna no me haga falta; quiero la baja, que me puse malo antes de ayer; mándeme al especialista, eso es lo que deseo; pídame todas las pruebas, incluida la resonancia y el escáner; mi hija no va bien, la culpa la tiene el especialista, lo voy a denunciar. Y dicen determinadas asociaciones: la mía es la más importante, a las demás, que les den; tú lo que tienes que hacer es presentar una reclamación; algo habrán hecho mal, porque ya no existe el dolor, ni el sangrado, ni la infección; denuncia, ya verás cómo corren. Y estamos los profesionales, desmoralizados, estresados, quemados, entre las necesidades y expectativas de los usuarios y pacientes, la demagogia de los políticos, la labor de trepa de algunos gestores, el oportunismo y ceguera de algunas asociaciones supuestamente defensoras de pacientes, y las exigencias de presentismo e inmediatez de la sociedad. Hemos tirado la toalla, como los maestros, los enfermeros, la policía de a pie; no podemos hacer nada, vamos como ovejas al matadero. Y nos matan.
Un enloquecido, un enajenado, sí, pero todos participamos en el caldo de cultivo, todos han, todos hemos, apretado el gatillo que ha acabado con la vida de nuestra compañera.