1. • El dispositivo de un banco despertó al barrio a las 4 de la madrugada del sábado
2. • Los afectados avisaron a la entidad, a Securitas y al ayuntamiento
XABIER BARRENA
BARCELONA
Las cosas, como es bien sabido, siempre pueden a ir a peor. Por ejemplo, si se vive en el Eixample, a dos calles del templo expiatorio de la Sagrada Família y, en estas semanas, toca sufrir las obras del AVE, en horario de Carrefour, es decir, de 9.00 a 21.00 horas, siempre cabe la posibilidad de que algo acabe con la paz del único día de descanso de las obras, el domingo. Ese algo, para los vecinos del cruce de las calles de Padilla y Mallorca fue una alarma de una entidad bancaria que se disparó a las cuatro de la madrugada del pasado sábado para no dejar de ulular hasta las cuatro de la tarde de ayer. En total, 36 horas. Noche y media.
¿Nadie se enteró de que se había disparado la alarma? Los vecinos desde luego que sí. Por ejemplo Sònia, quien ayer se puso en contacto con este diario. Empezó a efectuar llamadas dando el aviso a las 10.00 horas del sábado. Afirma que algún vecino de su inmueble empezó antes. Llamaron a Caixa de Catalunya, entidad a la que pertenece la oficina bancaria de la alarma sensible; a Securitas, la empresa de seguridad que aparece junto a la sirena; incluso a la Guardia Urbana.
'VOX POPULI'
"A las pocas horas, y allí donde llamaras, todos tenían noticia de lo que estaba ocurriendo", señala Sònia. Eso sí, nadie movió un dedo para detener una situación que va más allá de la simple molestia a unos vecinos picajosos y que entra de lleno en el terreno de la contaminación acústica. Sobre todo por cuanto el sábado, según afirma esta vecina, se juntaron en horario diurno el traqueteo de las obras del AVE y la sirena. Mal día para echar una reparadora siesta, sin duda.
La segunda noche fue la peor. Primero porque el aullido ocupó toda la franja nocturna, a diferencia del día anterior, por lo que la tarea de conciliar el sueño se tornó harto dificultosa. Y después porque en la noche del sábado, el alcohol de los termómetros se elevó por encima de los 25 grados. Una noche calurosa.
Sònia se dirigió, el domingo por la tarde, a un guardia urbano y con el nerviosismo propio de quien arrastra un currículo como el contado hasta ahora, le exigió una respuesta contundente ante lo que ella creyó un atropello. Más allá de que la respuesta del agente no fuera de máster de educación ni de psicología hacia alguien que llevaba 24 horas denunciando una situación insostenible durante más de 30 horas, sí se conoce que accionó algún resorte. Finalmente, la sirena dejó descansar a los vecinos a las cuatro de la tarde. Hoy a las nueve, las obras del AVE retoman su hilo.
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