SEGURIDAD PRIVADA EN ALTA MAR
«No somos John Wayne, pero si nos atacan los piratas, actuaremos»
El Gobierno ha creado un mercado hasta hoy inédito en España: el de las agencias de seguridad, que se embarcan con armamento de guerra en buques mercantes para intentar evitar un nuevo `caso Alakrana´. contactamos con un comando de contratistas militares made in spain mientras acompaña a un atunero con 14 pescadores gallegos y uno vasco.
Detesta la palabra `mercenario´. «No somos soldados de fortuna que participan en una guerra buscando un beneficio económico, sin importarles las preferencias ideológicas o políticas de quienes lOs contratan. Nunca trabajaríamos para un dictador o un narcotraficante. No somos asesinos a sueldo, ni criminales apátridas ni sicarios.»
«La palabra `mercenario´ es deplorable.
Somos agentes de seguridad privada», puntualiza David Morales, director de UC Global, que presume de ser la primera
compañía militar privada creada y dirigida por españoles, con sedes en Cádiz y en Miami. Morales era infante de Marina, pero abandonó el Ejército en 2007. «Quería hacer cosas nuevas.» Necesitaba acción. Como él, la mayoría de los 30 hombres de esta empresa son ex militares. «Gente disciplinada, con experiencia, ideal para estas misiones.»
Un equipo de UC Global ya está embarcado en el Draco, un imponente atunero de última generación: 90 metros de eslora y helipuerto; base en Galicia y armador español, aunque lleva bandera de conveniencia de las islas Seychelles. Sus bodegas pueden almacenar 2.590 toneladas de pescado. Su tripulación la componen 30 marineros, de los que 14 son gallegos y uno vasco y el resto son ghaneses, chilenos y senegaleses. Gente sufrida y, también, fatalista. «Si nos secuestran los piratas somalíes, ¡qué le vamos a hacer! Corremos un riesgo, pero es preferible a estar en el paro», se resigna un oficial. Zarparon de Vigo con el corazón en un puño y en puerto Victoria, donde han permanecido fondeados mientras se solucionaba el papeleo para incorporar a los
paramilitares, procuraron no dar pistas sobre sus rutas, porque saben que son un bocado muy apetitoso para los bucaneros. Y que cualquiera puede dar el chivatazo, un agente portuario, un estibador...
Francisco Javier Caamaño, gallego de 39 años, es el jefe del comando a bordo del Draco, formado por cuatro hombres. Perteneció a un destacamento de élite de Infantería de Marina durante una década y ha trabajado también como escolta de autoridades. En el Draco se han desplegado dos binomios. Algunos de los miembros ya han participado en misiones de alto riesgo, como cuando abordaron desde helicópteros el buque sin bandera So San en 2002, sospechoso de transportar armas para Iraq. Una operación realizada por un grupo de operaciones especiales de Infantería de Marina, a petición de la inteligencia norteamericana, que se saldó con el requisamiento de quince misiles Scud. Y este verano también dieron protección a un petrolero desde el golfo de Adén hasta el Yemen.
La apresurada autorización del Gobierno a que embarquen vigilantes con armamento de guerra en buques mercantes y pesqueros para evitar un nuevo caso Alakrana ha abierto un nicho de mercado en nuestro país y ha generado, además, una enconada polémica. Los pescadores hubieran preferido embarcar a soldados profesionales, como los franceses. «¿Tenemos menos derecho que los afganos a que nos protejan nuestras Fuerzas Armadas?», clamaba el patrón de un atunero. Y los armadores echaban cuentas y aseguraban que esa alternativa, descartada por Defensa, hubiera sido más barata y efectiva que el despliegue de fragatas, helicópteros y un avión de vigilancia, que les cuesta 75 millones de euros anuales a los contribuyentes.
La gran favorecida ha sido la compañía Segur Ibérica, que se ha llevado el contrato para la protección de los 13 atuneros con bandera española que faenan en el océano Índico.
A diferencia de los contratistas militares de UC Global, los seleccionados de Segur Ibérica son seguratas de toda la vida como los que puede haber en un centro comercial, aunque también cuentan con ex militares, escoltas e
incluso quien ha trabajado de portero de discoteca. La mayoría no tiene experiencia en el mar. Han recibido un cursillo militar exprés en un cuartel de Cartagena. Clases de tiro, primeros auxilios, supervivencia y algunas pruebas psicológicas pintorescas, como tener que subir cinco pisos de escaleras y contestar después a un test con las pulsaciones desbocadas, para acostumbrarlos a actuar bajo presión. Una especie de mili comprimida en unos pocos días. Estos vigilantes cobran unos 4.500 euros brutos mensuales.
Pero el asunto se complica porque hay al menos otros nueve pesqueros españoles en esas aguas con bandera de conveniencia. El Gobierno prohíbe a los contratistas militares privados (para entendernos, los `mercenarios´) que presten servicio en buques españoles con bandera española, pero se lava las manos con los que navegan bajo pabellón extranjero. Así, ocho atuneros que enarbolan bandera de Seychelles han contratado los servicios de Pilgrims Security Ltd., una empresa de mercenarios británica que recluta presuntamente a ex gurkhas, soldados nepalíes legendarios por su ferocidad. Y un noveno, el Draco, se ha decantado por UC Global aprovechando una circunstancia insólita. Legalmente, en España esta compañía sólo puede ejercer de consultora de seguridad y organizar cursos especializados; pero, gracias a su filial estadounidense, en el extranjero está facultada para operar como un ejército privado made in Spain.
Según UC Global, los cuatro hombres embarcados en el atunero son tiradores selectos con ametralladoras del calibre 50 y un alcance efectivo de hasta mil metros. En otro tipo de buques, como tanqueros o mercantes, puede variar la configuración o aumentar el número de efectivos. Establecen turnos para cubrir el servicio durante las 24 horas del día. Y procuran molestar lo menos posible a los pescadores. «El personal de vigilancia está siempre visible, pertrechado y en comunicación constante con el resto del personal de seguridad. Como team leader (responsable del equipo), me informan personalmente de las novedades y, a mi vez, soy el encargado de informar al capitán del buque», explica Caamaño. Disponen de chalecos antibalas y visores infrarrojos. Las peores horas son las imaginarias nocturnas y la guardia de alba. Y el buque es muy vulnerable cuando navega con las redes echadas, a una velocidad de apenas doce nudos. Recoger todos los aparejos dura más de dos horas. Imposible escapar a toda máquina. Cualquier distracción del encargado del radar puede ser catastrófica: los esquifes de los piratas, muy veloces, pueden superar los 22 nudos.
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