Un aforismo alemán afirma que los ladrones pequeños se pudren en la cárcel y a los grandes se les saluda en la calle. Sospecho que así va a ocurrir desde mañana con el granuja de Luis Roldán, que este viernes ya no volverá a dormir al centro de inserción social Las Trece Rosas de Zaragoza, ciudad en la que durante el día trabaja en una agencia de Seguros.

En 2005, el ex director general de la Guardia Civil obtuvo el régimen abierto tras pasar diez años en un módulo especial de la cárcel de mujeres de Brieva, en Ávila, donde vivió como un marqués. Los más de 34 años a que fue condenado (por cohecho, estafa, falsedad, malversación de caudales públicos y delito contra la Hacienda Pública) quedaron en 20 al aplicársele el Código Penal del 73; y de esos veinte sólo pasó la mitad entre rejas. Él muy sinvergüenza dice que no tiene un duro, pero durante el juicio reconoció que se había llevado irregularmente 435 millones de las antiguas pesetas en fondos reservados y 1.800 millones más en comisiones.

Con ayuda de Francisco Paesa -el ínclito ex agente del Ministerio del Interior que le entregó en Tailandia al entonces biministro Belloch a cambio de 1,8 millones de euros y que hoy anda desaparecido por esos mundos de Dios tras anunciar su falsa muerte y hasta su incineración-, Roldán ha salvado su fortuna en bancos suizos y de Singapur, donde se perdió la pista del dinero. Además, ni pagará la milmillonaria multa que le impuso la sentencia, ni la indemnización al Estado, ni nada de nada. Se va de rositas, aunque tras él deja uno de los mayores escándalos de Gobierno de Felipe González... Luego han llegado otros amigos de lo ajeno, lejos de los aledaños de la Administración, que es donde más florecen estas apropiaciones indebidas y tráfico de influencia porque, como se decía antiguamente, los peores ladrones no roban con trabucos sino con levitones. Es el caso del ex vigilante jurado -y guardaespaldas de Miguel Durán, el ex director general de la Once, y Alfonso Escámez, ex presidente del Banco Central- Dionisio Rodríguez, El Dioni, que sustrajo 298 millones del furgón blindado de la empresa en que trabajaba, se largó con la pasta a Brasil, y aunque fueron recuperados 175 millones, el muy pícaro ha sabido guardar el resto. Y ahí anda, viviendo en la chistosa Lepe, tras cumplir apenas tres años y medio de prisión. Tampoco devolvió lo robado, ni pagó las indemnizaciones que le impuso la Justicia. Igualito que Roldán, también lanza ahora peroratas contra el robo. No es raro encontrarse con ladrones que predican contra el robo..., para que los demás no les hagan competencia, como decía Unamuno.

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