Aeropuerto Apóstol SantiagoEl control del aforo provocó por primera vez colas a la entrada de la catedral
La Porta Santa registraba ayer largas colas. // Xoán Álvarez
C. VILLAR - SANTIAGO De momento, todavía se puede entrar con botellas de agua, pero, con respecto a todo lo demás, el acceso a la catedral de Santiago parece, desde ayer, el paso por los controles de seguridad hasta la zona de embarque de un aeropuerto. Y no sólo por tener que esperar en filas zigzagueantes y laberínticas pensadas para la ocasión y sufrir, si cabe, con más intensidad la inestabilidad del clima atlántico, sino también porque en la entrada de Praterías, la única por la que permitirá este año el acceso al interior del templo, está situado un vigilante de seguridad que, al igual que ocurre en los aeródromos, realiza un control con un detector de metales portátil.
Los objetivos de la "raqueta", como se denomina el dispositivo, son aleatorios, pero predominan los visitantes que tienen la osadía de ingresar en la basílica con bolsos de mano y bolsas. No así con las mochilas, porque estas ya han pasado a la historia, aunque alguno se haya tenido que enterar justo a la puerta y después de pasar por alto el cartel que indica a la entrada el necesario paso previo por la consigna estrenada ayer.
Ni las esperas ni los controles, no obstante, provocaron ayer indignación entre los visitantes, que han respondido a las medidas con comprensión. La sombra del 11-S es alargada y no pocos de los peregrinos y turistas que estrenaban nueva cola –aparte de la de la Porta Santa– ayer en Praterías repetían que la seguridad es lo primero. "Los controles, por desgracia, son necesarios", afirmaba un grupo de A Coruña. Otros ya están acostumbrados, como afirmaba Ana, de Pontevedra: "Hoy ya es lo cotidiano en un sitio público".
Además, los visitantes demostraron que la paciencia es una virtud que no sólo disfrutan los que hacen cola ante la Porta Santa, ya que hasta tres veces se detuvo la fila para la Misa del Peregrino sin que hubiera quejas.
Ayer se permitió que permanecieran simultáneamente en el templo 1.500 personas, pero la cifra del aforo definitivo está por decidir, ya que el cálculo previo, que ponía el límite en 1.200, no tenía en cuenta las 634 plazas de los bancos, como admitió unos de los responsables de Segur 10, la empresa encargada de contar a los turistas y de los detectores de metales. "Lo estudiaremos unos días y veremos hasta dónde podemos llegar", concluyó.
También se solventarán estos días los problemas de señalización, que provocaron que algunos intentaran entrar en el recinto por las salidas marcadas (Obradoiro y Azabachería). Los demás, conocieron in situ, o por el "boca a boca", que si quieren asistir a misa tras darse una vuelta por el circuito de la Porta Santa, tendrán que repetir cola –aunque un poquito más corta– en la plaza de Praterías.
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