Jerez , 27 de Mayo de 2010
Después de andar y desandar más de 20 años por los mismos caminos de siempre, he aceptado la soledad de un monte cada vez más inaccesible y salvaje. Incluso, creo que cada día me gusta más la compañía de un silencio roto sólo de vez en cuando por la fugaz ráfaga del vencejo real, del ladrido lastimero de un zorro, del graznar de las chovas piquirrojas o... por el inconfundible rodar de unas piedras al paso de un grupo de cabras asilvestradas atravesando una pedriza rota en miles de pedazos. Y, aunque la vegetación es 20 años más vieja que cuando la vi por primera vez, apenas uno sabe distinguir su crecimiento en tachos, chinebros y pinarras.
Confieso que estar a solas enfrente de un cortado rocoso leyendo los excrementos de águilas, halcones y buitres, aunque en ello me haya dejado la vista, es. algo tan gratificante como ver a los pájaros de acero (quebrantahuesos) descender a los pedazos de comida que uno les pone al borde de un cantil. Y es que los ojos de estos pájaros, de un impresionante color sangre, llegaron a hechizarme de tal manera que fueron los responsables de que uno eligiera esta intrincada sierra gaditana y no otra,aún por los temibles furtivos,que hacen peligrar no sólo la vida animal sino la mia tambien.
El bello sueño de ser Guarda se vio cumplido y hoy todavía me cuesta creer que soy el mismo de antes cuando estudiaba los temas de la especialidad al mismo tiempo que por el rabillo del ojo veía las evoluciones de las parejas de quebrantahuesos desde un collado que hoy visito vestido de uniforme. La sensación de caminar siendo Guarda por los mismos caminos que uno recorrió en su juventud como curioso visitante es algo indescriptible. Cada vez que me reuno con amigos para charlar o comer en el campo, trato de convencer a todo Dios, de que la profesión de Guarda es el trabajo más hermoso que existe. Y en especial, disfruto con los más peques reflejándome en aquel niño que se dejó convencer por el viejo Guarda que le ayudó a plantar su primer árbol.
Mucho ha llovido desde que plante mi primer árbol y... ahora me llaman el " Alcón " ...los Alcones nos dicen por aquí. Un Guarda que ha aprendido del mundo rural lecciones que nunca le enseñaron. Un Guarda, dolido por el abandono de los últimos pueblos serranos, enrabietado por un desaprensivo que mató furtivamente una cierva preñada. Un Guarda satisfecho por las ocasiones en que el retén de incendios apagó los fuegos que habrían herido de muerte al encinar del pueblo. Un Guarda, que ha aprendido a distinguir las orquídeas, que se alegra en comprobar en sus rateras de vigilancia como el pescador vuelve al agua una trucha recién capturada. Y... agradecido, porque a veces, puede permitirse el gran lujo de prescindir del reloj y dejarse llevar por los acontecimientos de la Natura que le envuelve teniendo todo un día por delante a solas con su monte. Y dar las gracias por estar entre esas personas que dicen que poseen ese don especial para disfrutar de la sencillez de una naturaleza escondida y difícil de ver, en donde otros, se aburren.
En el corazón de los Guardas Particulares de Campo, existe un peculiar sentir que se convierte en claros sentimientos personales cuando se ríe y se llora por las sensaciones acontecidas en los parajes que nos ha tocado vivir y proteger. Para amar el monte, creo que hay saber distinguir cuando el aire trae lluvia, intuir el paso de un animal aunque nunca lo llegues a ver, o... simplemente pasarlo bien compartiendo charla y comida junto a un pastor aceptando el jadeo de su ganado a escasos metros de ti. Además, uno tiene que saber enfrentarse, interpretar y llegar a denunciar aquello que comprendes que esta mal en un espacio que por derecho tiene la obligación de ser respetado.
Por esto y por mucho más, uno se encuentra feliz cuando siente los latidos de su corazón en sus sienes tras un esfuerzo intuitivo de rebuscar el rincón más íntimo de su monte. Un monte que te ha tocado conservar, un monte, que tiene que ser algo de ti para llegar a quererlo. A veces, cierro los ojos y... mi mente dibuja con todo detalle las escenas vividas. El monte, sin duda, se ha convertido en mi humilde droga enganchándome de tal manera que uno ya no sabe estar sin él. Esta claro que ser G.P.C. en la provincia Cádiz es un privilegio. Para mí y para mis compañeros de profesión ser Guardas es y será una vida dedicada a proteger lo más bello de nuestra existencia.
Antisma G.P.C./caza G.P.C./maritimo