Las bandas del Este intentan ahora embarcarse en una nueva línea de negocio que, en principio, les resulta ajena: la seguridad privada. Ése fue el objetivo del rumano Gheorghita L. P. antes de ser detenido por el Cuerpo Nacional de Policía como presunto responsable de un grupo de ladrones instalado en Tarragona. Él y otras siete personas se ofrecían como porteros de discoteca y como vigilantes en locales de alterne, salas de fiesta y entidades deportivas, explicaron fuentes de la investigación.
Gheorghita iba a cerrar un trato con una empresa legal de seguridad y estaba reclutando a profesionales para que trabajaran junto con él, según las mismas fuentes. Incluso conducía un coche con el logotipo de la empresa para convencer a propietarios de los locales de que dejaran la seguridad en sus manos. El caso es que ni él ni los suyos disponían de titulación para ejercer como vigilantes y, de hecho, la mayoría tiene numerosos antecedentes policiales.
La policía les seguía la pista como presuntos autores de diversos robos con fuerza en la provincia: habían asaltado, entre otros lugares, un instituto, una gasolinera, un bar, una masía y una joyería. El grupo utilizaba herramientas pesadas para cometer los atracos y disponía de una amplia red de contactos para deshacerse con rapidez de los objetos robados.
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