La Universidad instala inhibidores de frecuencia para evitar que los alumnos copien.La facultad de Derecho será la primera en probar este sistema que deja inservibles móviles y pinganillos durante los exámenes.Examen de selectividad en la facultad de Derecho.O. DUCH La Universidad de Zaragoza (UZ) se ha propuesto acabar con los tramposos. A partir de este mes de septiembre, el centro académico estrenará varios inhibidores de frecuencia con el objetivo de capar la utilidad de algunos sofisticados métodos utilizados por los alumnos para copiar durante los exámenes.
La tradicional chuleta de papel ha dejado paso a otras técnicas, que se apoyan en las nuevas tecnologías para eludir la vigilancia del profesorado. Móviles y pinganillos son los mejores aliados para aquellos que quieren aprobar sin estudiar la asignatura en cuestión.
“Es muy sencillo, solo hay que usar el chat con alguien que está fuera y te dice las respuestas”, reconoce una alumna de Trabajo Social. Por ello, la universidad prohíbe el acceso a las aulas con teléfono móvil durante los exámenes. Pero el control visual por parte de los profesores no llega a todos los rincones, y mucho menos, a apreciar aparatos tan pequeños como los denominados pinganillos, que quedan ocultos en la oreja.
Para evitar este tipo de situaciones, varias universidades españolas vienen apostando últimamente por los inhibidores de frecuencia, que anulan las ondas emitidas por los aparatos de transmisión móvil. Su precio puede oscilar entre 300 y 3.000 euros, en función de sus características.
En Zaragoza, la primera facultad en probarlos será la de Derecho, donde se habían recibido quejas por parte de estudiantes ante la facilidad que tenían algunos compañeros a la hora de hacer trampas en las pruebas escritas.
Pero no será la única. Según explica el vicerector de Estudiantes y Empleo de la UZ, Fernando Zulaica, se van a probar este año en diferentes edificios “para detectar a aquellos que van contra las normas”.
Diferentes formas de luchar contra los copiones
En todo caso, Zulaica asegura que se trata de “un método de disuasión”, y recuerda que el centro académico cuenta con otro tipo de fórmulas para evitar que los alumnos hagan trampas.
“Cada vez se prima menos en los exámenes los conocimientos puramente memorísticos”, señala. “Ahora, además de que se apuesta más por una evaluación continua durante el curso, en las pruebas se les pide que relacionen conceptos, o que resuelvan casos prácticos”, lo que dificulta la acción de los copiones.
En otros centros del país, como en la Universidad de Burgos, se ha apostado también por los inhibidores de frecuencia. Pero existen casos más radicales, como los que se dan en algunas universidades del norte de Europa donde, para hacer los exámenes, se utiliza un edificio equipado específicamente para tal efecto. El acceso de los alumnos a sus aulas, por ejemplo, incluye el paso por un arco detector. Un extremo que Zulaica califica como “excesivo”.
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