La elección del primer lehendakari no nacionalista obliga a estos profesionales a extremar más la seguridad; la falta de personal impide a muchos disfrutar de días libres
Ser escolta en el País Vasco significa estar ojo avizor cada segundo. Pero hay épocas en las que esta constante tensión se dispara. Es lo que está ocurriendo en la actualidad tras la elección del socialista Patxi López como primer lehendakari no nacionalista de la historia. Escoltas gallegos relatan que viven un momento de "calma tensa" en el que sus empresas les recomiendan que extremen precauciones. Y algunos se han quedado sin días libres por la falta de profesionales en un momento crucial en la historia de Euskadi.
M. FONTÁN - VIGO “Este año es del peor de todos”. Manuel –nombre ficticio para preservar su seguridad– es un escolta pontevedrés que lleva ocho años trabajando en el País Vasco. Ha vivido momentos de gran tensión y otros de relativa tranquilidad, coincidiendo con las treguas, pero asegura que el riesgo que inexorablemente va ligado a su profesión lo percibe ahora “más que nunca”. La elección de Patxi López como primer lehendakari no nacionalista de Euskadi ha disparado las alertas en las empresas de seguridad vascas, que recomiendan a estos profesionales extremar las medidas de seguridad. En un momento de “calma tensa” a la espera de ver como actuará ETA en este momento histórico –otro escolta gallego describe la actitud de la banda terrorista como la de “un gato agazapado a la espera”–, la situación se agrava por la escasez de profesionales para proteger a los cientos de altos cargos socialistas y populares que sustituirán al gobierno del PNV. Una falta de personal que provoca que a algunos escoltas ya les hayan suprimido sus días libres.
“Ahora trabajas 30 días al mes las 24 horas del día. Tal y como está la situación, hasta agosto no podré tener vacaciones; en breve tenía un compromiso familiar importante, pero no podré ir”, cuenta Manuel, que en la actualidad trabaja en Bilbao protegiendo a un edil socialista. Este joven, uno de los al menos 200 escoltas privados gallegos que ejercen en el País Vasco –los datos son aproximados ya que por cuestiones de seguridad el Ministerio de Interior no hace públicas las cifras–, afirma que esta situación es consecuencia de la escasez de profesionales. “¡Es que no hay gente!”, exclama, al tiempo que relata que las cifras que se manejan es que se necesitan “ya” unos 320 escoltas y que, en un plazo de tres meses, se precisarán 1.000 más. Patxi López quiere blindar a su Ejecutivo y a todos los cargos que dependan de él, sobre todo tras ser recientemente blanco de una amenaza clara por parte de la banda terrorista. ETA afirmó en un comunicado que el nuevo gobierno es un “objetivo prioritario” y recordó que no renunciará a cometer atentados mientras no se pase de los discursos “a los hechos”.
Guardia
Este panorama provoca que los escoltas privados –también hay policías nacionales, guardias civiles y ertzaintzas destinados a esta labor– no bajen la guardia. “La tensión existe, pero mi percepción es que no se sabe por donde va a salir esto: o se lía una gorda o hay un cambio...; creo que esperan a ver qué Patxi López van a tener ahí”, razona Juan –también nombre ficticio–, otro pontevedrés destinado en San Sebastián.
Pero por lo de pronto, las perspectivas no son halagüeñas. A Patxi López la banda terrorista ya le ha puesto el sobrenombre de “El Caudillo” y calificativos como “españoles invasores” o “fascistas” ya se han dejado escuchar entre los simpatizantes de ETA. Esta semana, sólo un día después de la investidura del nuevo lehendakari, una bomba estalló en un repetidor en Guriezo (Cantabria), limítrofe con el País Vasco. “Se quieren hacer notar; es un aviso como diciendo ‘estamos aquí”, concluyen los escoltas gallegos.
Una pintada contra los escoltas y sus protegidos en el País Vasco. EFE
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