Los comercios del centro de la capital sufren una oleada de robos al descuido de mercancía, que suponen un 5% de su facturación anual
En lo que va de año han sido detenidas 150 personas por este delito
El desfile de clientes no cesa. En una tienda de la calle Larios siempre es hora punta. Olga, la encargada, mira de reojo hacia la puerta mientras dobla una camiseta. Escruta a cada persona que entra, y no precisamente para saber sus medidas. La experiencia le permite intuir quién le va a dar problemas. «Diecisiete años de dependienta dan para mucho», presume. Y si algo ha aprendido es que el ladrón puede adoptar cualquier forma. Sea cual sea su apariencia.
Olga asegura que el goteo de hurtos en las tiendas de ropa es constante. «Para no estar yendo todos los días a comisaría, llamo por teléfono a la policía para dar cuenta de cada caso y luego me paso los sábados para firmar las denuncias de toda la semana», reconoce la encargada. El azote del comercio son pequeñas bandas de delincuentes, compuestas principalmente por mujeres, que se dedican a arrasar las estanterías de las tiendas.
Los robos afectan tanto a pequeños negocios como a grandes superficies de la capital, aunque la situación es más acuciante, lógicamente, en las zonas comerciales. El entorno del centro y en menor medida, Cruz del Humilladero y Carretera de Cádiz, se han convertido en el hábitat de los rateros.
Pérdidas millonarias
La situación no es baladí. En la Federación de Comercio de Málaga apuntan que los hurtos de mercancía se comen literalmente el 5% de la facturación de los establecimientos. Como muestra, un botón. Hay una tienda del centro, por ejemplo, en la que las pérdidas por robos llegan en lo que va de año a 90.000 euros. «Algunos comerciantes nos han trasladado su inquietud en este sentido, porque ese 5% de la facturación les hace mucho daño. Estamos trabajando en darles algunas soluciones», expone el presidente de Fecoma, Enrique Gil.
Un vigilante de seguridad que trabaja en uno de estos negocios, con años de experiencia en el oficio, afirma contundente que, en Málaga, los ladrones «van a saco». «Yo he trabajado antes en Barcelona y puedo decirte que no hay punto de comparación. Allí, en un día, podías encontrarte nueve alarmas tiradas por el suelo o en los probadores -los ladrones las arrancan de la ropa para que no piten al salir- mientras que aquí, en una jornada de rebajas, encuentras cuarenta. Es alucinante. Cuando se lo digo a mis compañeros de Barcelona no se lo creen», asevera.
A la policía llega a diario un reguero de denuncias de hurtos, cuyo caudal ha ido creciendo desde 2008. Hasta dos mil al mes en la provincia, en sus modalidades y variantes, como publicó SUR (ver edición del 6 de junio). La Comisaría Provincial, consciente de la situación, ideó un plan de respuesta que pasaba por crear un grupo específico en la Brigada de Seguridad Ciudadana que apoyara a los distritos en su lucha contra los hurtos.
Desde que se estrenó esta nueva sección el pasado mes de mayo, integrada por ocho policías, se ha detenido a casi cien rateros por delito de hurto y se ha denunciado a cerca de doscientos que se quedan en una falta, según el inspector responsable del grupo, Ángel Naranjo. A estas cifras hay que sumar las actuaciones de la Policía Local de Málaga, que hasta el mes de agosto ha arrestado a 32 personas y denunciado a otras 138 por hurtos en el interior de establecimientos.
Distintos perfiles
El perfil de los ladrones es variado. Por un lado están los ocasionales, gente joven sin grandes apuros económicos que sustrae algo por capricho, por divertimento -más propio de menores- o por cleptomanía. «Hay gente que te sorprende porque no tiene para nada apariencia de ladrón», explica el vigilante. «Hace poco intercepté a una señora -prosigue- que iba muy bien vestida cuando intentaba sacar una prenda de veinte euros. La invité a abonar el artículo en caja y aceptó. Sacó un billete de cien euros para pagar. ¿Lo hacía por necesidad? No lo creo».
Por otro, las profesionales, mujeres que actúan solas o en grupo y que no suelen ir a por una prenda concreta, sino que arrasan con todas las que hallan a su paso. «Se las llevan para luego venderlas por su cuenta; hemos tenido casos de llevarse todas las tallas de un mismo modelo», añade el guarda.
El jefe del recientemente creado Grupo de Hurtos explica que los rateros que se dedican al hurto de ropa suelen ser reincidentes. Predominan las mujeres. «Hay bandas de extranjeras, principalmente búlgaras o rumanas, que viven nada más que del hurto», dice el policía. «Se han aprendido la legislación española -añade-; saben cómo y cuánto pueden sustraer».
Según Naranjo, «el gran problema del hurto son los 400 euros». Esta cifra marca la frontera a partir de la cual esta infracción se considera delito y, por tanto, acarrea la detención. Cuando los artículos sustraídos están por debajo de esta suma, lo único que puede hacer la policía es dar cuenta del autor para la celebración de un juicio inmediato de faltas, que se salda con «una multa que no suelen pagar», apostilla el inspector.
Los denominados «profesionales» tienen bien aprendida la lección. «Hemos detectado pequeños grupos de tres o cuatro personas que entran en una tienda y sustraen artículos hasta que llegan a un importe de unos 300 euros. Cuando alcanzan esta cifra, salen del comercio y van a un coche, donde les espera un compinche, para soltar todos los efectos. Y van dando viajes», añade otro agente de su unidad.
Los amigos de lo ajeno han depurado tanto su técnica que, si al hacer recuento comprueban que llevan más de 400 euros, dejan algún artículo en la estantería para evitar que la falta de hurto se convierta en delito. La policía, que también se ha aprendido la lección, no los intercepta nada más salir de los establecimientos, sino que los sigue hasta el coche donde acumulan la mercancía. Y así consiguen llevárselos detenidos por delito.
Nuevo fenómeno
Las dependientas aseguran que la recesión económica ha traído consigo un nuevo perfil. «Hemos sorprendido a amas de casa en paro que roban por encargo para otras personas», dice Olga, encargada de uno de los comercios. «Incluso, llevan listas de la compra con las prendas que tienen que sustraer y luego las revenden en el barrio a sus conocidas o sus vecinas».
La Policía Nacional considera que el hurto por encargo aún es incipiente, pero sí reconoce que se ha empezado a detectar un mercado negro de venta de productos sustraídos. Hace una semana, sin ir más lejos, los agentes del Grupo de Hurtos detuvieron a cuatro miembros de una familia que iban a vender en el rastro treinta juegos de sábanas supuestamente sustraídos al descuido en una gran superficie.
Los policías de esta unidad aseguran que se ha reforzado la vigilancia y la prevención en las calles. «Hemos dejado el teléfono del grupo en cada comercio. Tenemos tal complicidad que, por la mirada de la dependienta, sabemos que hay alguien dentro que está intentando sustraer algo», dice Naranjo. La encargada de una conocida tienda de ropa así lo confirma. Pero también denuncia que los hurtos no cesan.
http://www.diariosur.es/20090912/malaga/hurtos-sangran-comercios-20090912.html